Publicado el viernes 16 de noviembre de 2006 - Edici�n No. 872 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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EL PERSONAJE
Edwina Von Gal
Diseñando el edén

La paisajista neoyorquina considera a Panamá su segundo hogar desde que se involucró en la creación del parque botánico del Museo de la Biodiversidad y luego de comprar su paraíso: un pedazo de tierra en Azuero.

PATRICIA ARAMBURÚ

La cita era a las 3:00 de la tarde en un café de la ciudad. Por fin, luego de meses deconversaciones por e-mail, habíamos concordado en una fecha para realizar la entrevista. Un mini auto blanco se acercó acelerado y se estacionó en la acera de la Vía Argentina. . . de él se bajó una rubia pelicorta, con lentes oscuros, alta, esbelta y vestida de blanco, lucía muy campestre y fresca. Tenía que ser Edwina Von Gal, pensé, la famosa paisajista que ansiaba conocer. Su fama, talento y trayectoria la han convertido en una de las paisajistas más reconocidas del mundo.

Se disculpó por la tardanza, en inglés, y me saludó cariñosamente. Irradiaba confianza y seguridad. ‘Perdón, vengo desde Gamboa y el tráfico estaba pesado’, dijo en un inglés mezclado con algunas palabras en el español que está aprendiendo por medio de casetes, pero que todavía le cuesta dominar.

El atraso y el apuro, pues otra reunión la esperaba en media hora, nos dejaba poco tiempo para conocernos. ‘No te preocupes, puedo hablar muy rápido’, dijo, y así fue como empezó la historia única y emocionante, de cómo soñaba de chica ser científica y terminó siendo una ‘arquitecta de paisajes’.

>Trazando destinos

La primera vez que Edwina Von Gal, paisajista neoyorquina radicada en East Hampton, disfrutó de la belleza de esta tierra fértil, fue cruzando el Canal de Panamá en el lujoso yate de un inversionista italiano.

En ese entonces su esposo Jay >>> >>> Chiat, magnate de la publicidad en Estados Unidos, todavía vivía.

En 2002, cuando a los 70 años éste falleció de cáncer de la próstata, Edwina vio su mundo derrumbarse. Vivieron juntos poco tiempo, desde 1997, cuando se conocieron al ella diseñar su jardín, sin embargo se habían vuelto inseparables.

El viaje a Panamá luego del Año Nuevo de 1999 fue uno de ocio.

Conoció Bahía Honda, donde sus amigos habían comprado tierras, el Canal, su belleza natural y sus alrededores. Nunca imaginó que su carrera y el destino la llevarían a vivir y a trabajar por estas tierras.

Fue luego de la muerte de su compañero, cuando la decisión de aceptar la oferta de Frank Gehry, con quien había trabajado en algunos proyectos, le cambiaría la vida para siempre.

>La ruta hacia Cocoloche

Una carrera intensa de 22 años diseñando jardines privados, residenciales y públicos, precede a esta paisajista, a quien los caminos del destino condujeron a Panamá cuando Gehry le ofreció el trabajo de diseñar el parque botánico del Museo de la Biodiversidad, Puente de Vida.

Aceptó sin pestañear .

Para ella, este proyecto es lo más ‘extraordinario que pasará en el mundo en cuanto a museos en los próximos años’. Ha trabajado intensamente en su diseño y en la selección de las especies que lo adornarán, entre las que se encuentra gran variedad de árboles nativos del istmo, lo cual conlleva un reto por la poca información disponible y por la gran diversidad existente.

En su investigación se topó con algunos nuevos inquilinos de estas tierras, entre ellos Maya Lin, una reconocida arquitecta a quien admira, y a Mark Wishnie, director del Proyecto Prorena, que investiga el comportamiento y manejo de especies nativas.

Éste último la introdujo a Ovidio Díaz Espino, un abogado banquero que posee decenas de hectáreas en tierras santeñas, quien a su vez la llevó a conocer a fondo las tierras vírgenes de Azuero y a playa Venao.

‘Me decía que necesitaban inquilinos que trabajaran por preservar la tierra y se unieran a su proyecto ecológico’, comenta Edwina, pero ella aún no se animaba. Cuando regresó a Panamá, meses después, mientras conocía con Díaz Espino parte de sus tierras, llegaron a un punto alto que era ‘sencillamente hermoso’, describe ella, quien le dijo, bromeando ‘si me vendes este punto (de cuatro hectáreas) sí invierto’.

Von Gal bautizó a su nuevo pedacito de tierra istmeña como ‘Punta Cocoloche’ y poco a poco fue conociendo a los pobladores y las necesidades prioritarias de la región.

Trasladó un contendedor de barcos de carga, le abrió huecos para ventanas y puertas, compró un catre, construyó una cocina afuera, y lo llamó su ‘casa temporal’ mientras diseña la de sus sueños, una que llene todas las necesidades y cualidades de una construcción ‘ecológica’.

‘Estoy trabajando con un especialista para crear una que no necesite aire acondicionado, que tenga ventilación natural. . . todo es tan hermoso afuera que no quiero estar encerrada’, cuenta soñando con algún día mudarse a esta tierra y recibir a su única hija y familiares que ansían visitarla.

Luego, junto a Díaz Espino y el ingeniero ambientalista, Wishnie, dedica su tiempo a construir las bases de una organización sin fines de lucro dedicada a ‘educar para preservar’: la Fundación Azuero.

Además de trabajar intensamente en el diseño del parque botánico del museo, Von Gal se involucró de lleno con sus socios para sacar adelante la ONG. Su meta, dice, es crear una biblioteca de información, ya sea en la web o en un libro, para que tanto los nuevos pobladores como los nativos se eduquen sobre administración de tierra sostenible y puedan ‘obtener información sobre energía, uso de agua y adecuada construcción de carreteras, uno de los problemas más serios.

>Un obsequio de su talento

El Parque Botánico será un extensión viva de lo que se aprenderá en fotos y textos en el museo. ‘Lo mejor es que será gratis. . . la gente paga por entrar al museo y luego salir a este oasis en la mejor ubicación que pueda existir, a ver todo lo que aprendió en vivo, será único’, cuenta con ímpetu Von Gal.

La idea del parque es enseñar a la gente la belleza de los árboles que crecen a su alrededor, cómo se llaman, de dónde vienen, cómo lucen esos nombres que sólo conocen por tradición. ‘El diseño es simple, porque no necesitamos mucho cuando tenemos el mejor spot en todo el mundo y es el mejor trabajo que pueda tener’, expresa la paisajista.

El parque-jardín presentará ‘287 variedades de plantas nativas en dos hectáreas, enfatizando la belleza individual de los árboles, arbustos y cubresuelos apropiados para un jardín urbano’, explica.

Habrá un lago, gradas y cada elemento del jardín contará una historia diferente para educar a los visitantes y explicar el rol del ser humano en la co-evolución.

Incluirá, además, una sección etno botánica donde habrá plantas importantes en la vida de los panameños y ha desarrollado ideas como que el que desee pueda donar un árbol al parque y verlo crecer, ‘porque este no tendrá árboles grandes de la noche a la mañana, los sembraré chicos y crecerán con los panameños’.

Este es uno de los factores que quiere que los panameños entiendan, ‘cuando esté listo, será como un bebé. Todo estará chico, pero espero que la gente lo vea como algo joven, no podemos meter dos hectáreas de árboles grandes, no quiero trasladarlos, queremos que el parque crezca con la gente y no tomará tanto tiempo’.

Edwina espera cambiar la falta de conocimiento del panameño en cuanto a las plantas y árboles que habitan en sus tierras. Espera hacerlo sembrándolas en el parque para que los visitantes y habitantes de esta tierra crezcan con ellas y quieran a su vez sembrarlas y tenerlas en sus jardines.

>Agenda completa

La misión de Edwina en Panamá no se reduce solo a crear el parque botánico. La paisajista ha desarrollado un interés y amor por esta tierra que exceden su pasión por diseñar los jardines de los famosos y más adinerados en Estados Unidos y Europa. Está trabajando con un promotor de hoteles para diseñar y construir un eco-resort en la costa de Pedasí. ‘Es un proyecto realmente emocionante, ya que crea un balance entre la tierra y la edificación. Lo que tomes de la tierra se lo devuelves, ya sea creando una finca orgánica, sembrando más árboles y usando el agua por medio de un sistema de reutilización’, explica.

Además está trabajando en proyectos privados en Azuero de tierras de extranjeros y trabajando con el Smithsonian para crear programas que eduquen a panameños sobre cuidar y preservar parques, su misión en esta tierra y, en fin, el legado que dejará a los panameños.


 
 
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