Publicado el viernes 16 de noviembre de 2006 - Edici�n No. 872 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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LA VIDA EN FUCSIA
Muñecas y carritos locos
Esther M. Arjona

Nombre algún nuevo artefacto, reciente invento tecnológico o automovilístico, y Ricardo conoce de su existencia e intentará adquirirlo.

Orgulloso llega a su oficina diciendo: estuve todo el fin de semana trabajando en la computadora nueva que estoy armando. ¿Otra? Pero si ya tienes tres. Es que esta tiene una memoria de no sé de cuántos gigas (lo suficiente para tener la mayor parte de ella vacía), y compré un nuevo procesador que se patea a cualquiera.

Si se trata de carros, Moisés está a la vanguardia. Sabe cuáles serán los cambios fundamentales de los nuevos modelos. Como protector de pantalla tiene la fotografía de ese carro en el que no tendría espacio para moverse y que le costaría el salario de dos años, y en el estacionamiento, un chuncho viejo que no ha llevado al mecánico porque él mismo lo puede arreglar.

La diferencia entre un niño y un hombre es el precio de sus juguetes, dice un conocido refrán. Al escucharlo, muchas mujeres ríen, pero hasta ahora no había pensado en la reacción que tienen quienes pertenecen al género masculino. Si bien ninguno de mis conocidos ha reído al escuchar la peculiar frase, tampoco he visto a ninguno renegar de ella.

Y es que, para la gran mayoría, las pruebas son contundentes: que si ya no tengo cd sino mp3, olvida el equipo de sonido, solo hay que llevar las bocinas para el Ipod. En casa, la computadora podría sencillamente decir los ‘buenos días’, ya no se ve tele sino teatro en casa y para aprender a usar el cortagrama se debe hacer el equivalente a un curso universitario.

Nosotras, debo apuntar también que, al menos la mayoría, definitivamente funcionamos de manera distinta. A muchas nos da igual cuántos botones tenga el microondas o la lavadora, siempre y cuando hagan bien su trabajo. No me malentiendan, soy muy exigente en cuanto a calidad y avances tecnológicos, pero no muero por el ultimitillo invento ni tengo que correr a cambiar el celular porque ahora además de las llamadas me cantará las horas, tomará fotos (para eso tengo una cámara) y me conectara a la internet (para eso tengo una computadora). Y me pongo a pensar si este no es el resultado de una sociedad que decidió que los niños juegan con carros y las niñas con muñecas.

De mi niñez recuerdo claramente que mis familiares y sus amigos no podían pensar en un regalo que no fuese una muñeca.

Para mí, resultaba todo un aburrimiento, mientras veía a los vecinitos jugar todo el tiempo con carros, camiones, aviones, barcos, intercomunicadores, soldaditos y pistolas.

Más adelante me las ingenié para divertirme haciendo unos inmensos banquetes de lodo y piedras con todos esos platos, tazas y demás miniaturas. Nunca me senté a tomar un té imaginario, ni a ofrecer galletas de aire a las muñecas.

Tal vez esa es la razón. Llega un momento en que los juegos dejan de ser divertidos, las tazas y platos de juguete se convierten en verdaderos, y aburre todavía más llenarlos de comida y luego limpiarlos. Las muñecas se convierten en bebés que no se apagan ni se les acaba la batería. En cambio, un carro no deja de ser divertido, ni un intercomunicador ni un bate de béisbol.

Quizá es por eso que nuestra alma infantil se apaga mientras que el complejo de Peter Pan se perpetua en algunos.

Por suerte, las cosas han cambiado. Aunque las muñecas no han pasado ni pasarán de moda -si no pregúntenle a la Barbie que ya está cuarentona- tenemos otras opciones que han enriquecido nuestra vida brindando más opciones. Los patines, las bicicletas y los superhéroes también se hacen para las niñas, al igual que los juegos electrónicos, pero pasará todo el tiempo del mundo antes de que a los niños les gusten las muñecas, a menos que estas tengan tamaño real y con las medidas de las Bratz.

‘Los hombres, todos son como unos niños’, escuché que le decía una mujer a otra. ‘Mira cómo guardan sus avioncitos, sus carritos. No crecen, parece mentira, hace unos días le dije a mi esposo ¿qué haces con todo esto? Mis muñecas hace tiempo las regalé’.


 
 
 
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