Publicado el viernes 16 de noviembre de 2006 - Edici�n No. 872 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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Buenos socios: artesano y diseñador

En las pasarelas panameñas, aumentan las propuestas que incorporan a la ropa de diario la labor de los artesanos.

Ileana Pérez Burgos

Calar es una labor que se remonta a la época colonial. La diseñadora de moda Anabel Quintero declara que esta labor, además del bordado y del talco en sombra de la pollera, está en ‘vías de extinción’, pues fallecerá con las artesanas que la realizan desde los portales de Azuero, a falta de manos jóvenes que la continúen. Esa fue una de las razones por la cual decidió que los vestidos que creó inspirada en la pollera y pensados para el mercado europeo, se convirtieran en una colección permanente.

Para la diseñadora de origen ecuatoriano, esta es la primera experiencia creativa con el trabajo artesanal local, y habla de ello con entusiasmo.

‘La idea es vender la cultura, vender esa cosa maravillosa que tenemos acá en Panamá y tantas piezas divinas que tiene la pollera’, dice, declarando que ya se han vendido todas las piezas en este estilo que presentó en su desfile de octubre.

La diseñadora de origen francés Helene Breebaart, es la más reconocida por su trabajo con los artesanos locales, específicamente con los kunas. Otros creadores más jóvenes como Moisés Sandoya y Federico Visuetti también se han inspirado en años anteriores, en las labores santeñas, y este año Horacio Prado presentó una colección basada en el grupo emberá.

La artesanía siempre ha estado aquí, sea el tallado de la tagua por los wounaan, la costura en triángulos de las gnöbe-buglés o la mola de los kunas. Pero no siempre ha estado de moda, por el contrario, en ocasiones es menospreciada por los propios panameños.

No obstante, los modistos han estado estudiando el trabajo de las manos artesanas y han descubierto una labor que añade valor a sus piezas tanto por el bagaje cultural que encierran, como por ser hechas a mano, lo cual hace cada pieza realmente irrepetible.

Así, se han asociado con los artesanos, y con ello no solo llevan el trabajo artesanal a la moda y lo muestran a otro público, sino que le permiten al artesano diversificar su labor y generar más ingresos.

>Breebaart, la veterana

Helene Breebaart lleva más de 30 años en Panamá y desde su llegada como promotora de una marca de belleza, se enamoró del país y del trabajo de los kunas. Los bordadores kunas tienen un espacio propio en su taller, un cuarto con aire acondicionado, sillas, tablillas con envases llenos de telas de colores, agujas, hilo, y al mediodía bajan a la cocina a recibir su almuerzo.

‘Aquí está Kuna Yala’, anuncia Helene al mostrar esta área del taller, y allí dentro poco o nada se habla en español, y en ocasiones las instrucciones de la diseñadora deben ser traducidas a los bordadores por la encargada del taller. Un día cualquiera pueden haber allí hasta 10 kunas trabajando, sin contar a aquellos que lo hacen desde sus casas.

‘Ellos son mis manos’, afirma la diseñadora. ‘Nos adaptamos a las limitaciones de los artesanos y ellos se adaptan a mi visión. De vez en cuando no entienden lo que estoy haciendo. Ellos usan colores mucho más fuertes, mientras yo estoy trabajando con matices, con transparencias, con telas más pesadas. . . ’.

Hace énfasis en la importancia de llevar la artesanía a objetos prácticos y usables para lograr que sobreviva, pues considera que el mundo se ha deshumanizado con ‘la cultura del centro comercial’ donde se venden piezas fabricadas a escala industrial y donde el cliente se vuelve una ‘máquina de comprar’.

‘Al comprar a un artesano, sale toda esa humanidad maravillosa que se está perpetuando y que está en peligro de extinción. Y si se pierde, ¿qué vamos a hacer?’. La artesanía hecha a mano, insiste, es algo que todavía se tiene aquí y que en países europeos se ha perdido. ‘Aquí en Panamá tenemos humanidad que es maravilloso y la razón por la cual sigo trabajando con los artesanos, con todo lo que representa de vez en cuando en contratiempos, pero es divertido’.

Comenta que el panameño se interesa más por la moda con labor artesanal durante fiestas patrias y es también cuando suelen entrevistarla por su trabajo con los kunas.

‘Me piden a mí, que no soy panameña, hablar de la patria. Yo creo que sí estoy haciendo patria, siendo francesa todavía, porque para mí la patria es hacer trabajar su gente y sacar lo mejor de ti y de la gente que trabaja contigo, destacar valores de los más humilde, darle la posibilidad de trabajo, que ganen su vida de una manera honesta, de hacer trabajar a la mujer en la casa sin tener que tener horario fijo, hacer trabajar a la gente que tiene un problema de salud grave como el VIH. Creo que eso es hacer patria, aunque no sea mi patria de origen’.

>Horacio en Ipetí

Tanto Breebaart como Quintero, quienes presentaron este año colecciones con labores artesanales, son extranjeras de origen, y Quintero comenta que tal vez por ello han valorado más la artesanía local; ellas la ven con otros ojos, desde afuera.

Por eso es aún más notable que un diseñador panameño se interese por lo local, como es el caso de Horacio Prado. Él es conocido por sus disfraces para Calle Arriba de Las Tablas, pero no fue en Azuero donde buscó inspiración para su última colección, sino en los emberá de Ipetí, una comunidad ubicada camino a Darién.

‘Quería hacer algo con un toque nacional y entonces busqué entre todo y me pareció que los emberás tenían cualquier cantidad de cosas que no han sido vistas’, cuenta. Le comentó su idea a una compañera de trabajo y esta lo puso en contacto con su hija, estudiante de turismo que conocía Ipetí.

‘Un fin de semana me fui con ella y me enamoré de la comunidad, empecé a plantearles el proyecto, hablé con los caciques para pedirles permiso. Centré mi colección en los tatuajes que ellos usan en el cuerpo y mandé a hacer las telas’, explica Prado.

También les encargó a las artesanas del pueblo accesorios para su colección como correas y aretes, y llevó a la diseñadora de joyas con quien trabaja, Gladys Del Cid, a visitar la población.

‘Les enseñamos a hacer algunas cosas, porque ellas tienen mucha habilidad pero tenían que ampliar su gama de productos’, comenta.

La líder indígena Omaira Casama fue el primer contacto del diseñador con la comunidad; la conoció en la capital durante un seminario de propiedad intelectual.

‘A lo mejor tenemos la idea pero no tenemos los recursos para diversificarla’, comenta Casama del trabajo de las mujeres emberá de Ipetí. ‘Viendo el trabajo de Horacio pudimos ver que se pueden hacer muchas cosas más aparte de las que ya realizamos como cultura. Son productos que el cliente puede utilizar no solamente como adorno, sino para vestirse, para darle utilidad a lo que compra’.

Explica que cuando el diseñador hace un pedido, las mujeres de la comunidad se organizan y se reparten el trabajo.

‘Ellas tienen un talento que ¡wao!, súper bien, yo solo iba y les decía, y cuando llegaba ellas tenían todo listo. Son bien hábiles, aparte de que son gente que está deseosa de conocimientos, entonces son muy abiertos’.

Además de darles trabajo e inspirarse en su cultura, Prado se involucró en la parte social, reclutó a amigos para llevarles una gira médica y les está organizando una fiesta de Navidad.

El diseñador también los hizo parte de su desfile, donde modelaron dos jóvenes emberás en traje tradicional.

‘Yo me emocioné y me sentí como que si estuviera soñando, porque era algo que uno estaba viviendo por primera vez sobre el valor que tiene nuestra cultura y que con nuestra cultura se pueden hacer muchas cosas’, cuenta Omaira. ‘No solamente nos conoció Panamá, si no que nos conocieron a nivel internacional porque había periodista internacionales’.

Prado tiene dos proyectos en cocción. Uno, es lograr que las propias indígenas diseñen el estampado de las telas de las parumas (faldas que enrollan alrededor de sus cuerpos) y los manden a hacer directamente a las fábricas textiles, pues los comerciantes locales suelen vendérselas a precios altos para ellas (B/. 10. 00 la yarda).

Lo segundo, es un proyecto con las mujeres gnöbe.

‘Para mí es un trabajo bien gratificante, es gente que tiene mucho que dar pero no sabe cómo’, comenta Prado. ‘Pienso que uno les brinda las vías para reconocer lo que hacen, es una forma en que estás ayudando, indirectamente a este grupo que tiene tanta necesidad y están bien olvidados, solo se acuerdan de ellos cuando necesitan votos’. >>>

>Todo comenzó en Sicilia

A mediados de 2005, Anabel Quintero recibió una llamada del Consulado de Panamá en Roma, invitándola a participar en un desfile de moda en Sicilia. Pero tenía que ser una colección étnica. Ella dijo que ‘no’, que no hacía nada en ese estilo.

Cerrando el teléfono se lo comentó a su esposo y entonces recapacitó. ‘¿Por qué dije que no? Es la oportunidad de mi vida de ir a Europa a presentar una colección’, cuenta la diseñadora.

‘Me dijeron que podían ser molas, pero ese mercado lo maneja muy bien Helene Breebaart y no quería introducirme en un espacio ajeno y desconocido para mí. Mientras que la pollera es un traje que siempre me ha matado’. La primera vez que vio una fue en el restaurante Las Tinajas, hace 30 años, cuando acababa de llegar a Panamá de Ecuador. ‘No hay en el mundo nada como la pollera panameña’.

Tomada la decisión de cuál sería el punto de partida de su colección, llamó a Roma y dijo que sí.

Entonces viajó a Chitré, la ciudad de su esposo, y se encaminó a Monagrillo, donde le habían dicho que se trabajaba el calado y el talco en sombra. Fue de casa en casa y encargó trabajos a diferentes personas para evaluar cuál era el mejor. Así dio con la ‘señora Ceci’, Isabel Álvarez, de 68 años, quien trabaja los encargos de Anabel y también distribuye la labor entre otras artesanas.

En el desfile en Sicilia, el 27 de octubre del año 2005, los trajes panameños fueron bien recibidos. De las piezas que tomaron hasta siete meses en estar listas, ninguna regresó a Panamá, pues se vendieron todas, y cuenta Anabel que los periodistas preguntaban quién era la diseñadora de la colección ‘bianca’ (blanca) para entrevistarla.

A esta colección la llamó ‘Mujer panameña’ y decidió que no dejaría de hacerla; ahora está en proceso su ‘tercera camada’. La segunda fue presentada en Días de Moda, y la próxima la presentará en Ecuador entre febrero y marzo próximos.

Aunque, como explica la diseñadora, esta línea requiere de un proceso costoso y largo, considera que ha sido un éxito pues desde que la creó ha vendido tres vestidos de novia en este estilo, y uno fue comprado por una ecuatoriana para casarse en Londres.

‘Quizá no recupere la inversión porque es muy costosa, pero a la larga creo que voy a ver los frutos’, comenta.

A doña Ceci la sorprendimos >>> >>> risueña en el portal de su casa, dándole los últimos retoques al traje de novia para Quintero.

‘Este es el segundo traje de novia talqueado y calado que le confeccionamos a Anabel’, cuenta. ‘Este traje de novia me tomó tres meses confeccionarlo’.

Aunque la artesana no detalló el costo de sus trabajos, dijo que gracias a la relación con la diseñadora de moda no solo sostiene su casa, sino que le permite costear los gastos de su nieto que estudia en la universidad en la capital.

‘Anabel nos ha mantenido siempre con trabajo’, añade.

A las artesanas en Monagrillo, Quintero les envía los cortes de lino irlandés y organdí con especificaciones sobre el tamaño y posición del calado o talco en sombra.

‘No hemos visto los vestidos acabados, porque ella nos envía las piezas antes de armar los vestidos’, cuenta la artesana. Quintero les envía revistas hasta Monagrillo con fotos de los trajes terminados para que los puedan apreciar.

‘Para ellas es parte de su vida, es como su apellido’, dice la diseñadora de la labor de estas artesanas. ‘Realmente yo no podría hacer nada sin ellas. Llamo para preguntar cómo va el trabajo y me dicen ‘ay, señora Anabel, nos acostamos a las 12:00 de la noche, no se preocupe, que ya está listo todo’. Qué te puedo decir, estoy enamorada de esto, cada pieza que llega es algo diferente. Mi mayor gloria es que la pollera salga del clóset, que no sea un traje que la gente use para una sola ocasión, porque es tan maravilloso. Hay que explotar ese arte que ya no se ve, lo manual. Estoy tan feliz de que estas señoras sientan que su trabajo está siendo valorado’.

" Con colaboración de la corresponsal de herrera, Vielka corro Ríos.


 
 
 
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