Publicado el viernes 20 de abril de 2007 - Edici�n No. 892 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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EL PERSONAJE
lEILA GUERREIRO
Guerreiro y la chispa periodística

La argentina escribía ficción y desde muy chica quería ser una escritora. ¿Cómo se hizo periodista a inicios de los años 90? Gracias a un relato breve.

Daniel Domínguez Z.

Leila Guerreiro no cree en contratos para toda la vida porque ‘suelen acuñarse en momentos de euforia adolescente’. Su llegada al periodismo fue casual. Fue más o menos así. Dejó su cuento Kilómetro cero en la recepción del periódico Página 12 para ver si lo colaban en alguna esquina de su suplemento cultural. Su sorpresa fue que el texto le gustó tanto a Jorge Lanata, director de este rotativo, que cuatro días después salió publicado en la contraportada, espacio que reservaban para escritores de grandes ligas como Juan Gelman, Osvaldo Soriano y Rodrigo Fresán.

La debutante narradora llamó para darle las gracias a Jorge Lanata, quien le confesó que ‘era la primera vez que publicaba algo de un desconocido absoluto, y me preguntó qué quería ser. Yo, sin dudar, le respondí: 'Escritora'. Ni por un segundo pensé en la posibilidad de ser periodista. Cinco o seis meses después, ese hombre que supo ver mejor que yo mi propio futuro me ofreció un puesto de redactora en 'Página/30', la revista mensual de Página/12. Era 1992 y soy periodista desde entonces’.

‘Las cosas que duran toda la vida son hijas de la discreción, la disciplina, la paciencia, la perseverancia, la ilusión y la desilusión –alternativamente-, no tienen nada que ver con una epifanía del minuto’, explica vía correo electrónico desde Buenos Aires esta dama que es uno de los jurados este año del XI Premio de Prensa que organiza en Panamá la Fundación Forum de Periodistas.

> La paga y otras maravillas

De seguro debe haber problemas más graves en Argentina que ser periodista, pero para alguien como Leila Guerreiro, dedicada más al género de la crónica, ‘significa la paradoja irritante de vivir en un sitio donde los cronistas tienen que publicar sus mejores piezas en otros países –Colombia, México, España– porque en el suyo no hay interés por nada que supere los 10,000 caracteres ni editores con coraje y paciencia para encargar artículos que tomen más de una semana de trabajo’.

Esa es una de las razones por las cuales sus notas aparecen habitualmente en revistas como Gatopardo, Letras Libres (México); El Malpensante y Soho (Colombia); Etiqueta Negra (Perú) y Rolling Stone (Argentina).

A lo interno de los medios, explica que donde mejor se paga a un comunicador social argentino es en la radio y en la televisión, aunque lo que se hace en la pantalla chica, ‘salvo tímidas excepciones, no es periodismo’.

Guerreiro, desde 1995 redactora de la ‘Revista’ de La Nación de Buenos Aires, no cree que a nivel mediático hayan temas vedados, aunque ‘quienes trabajan en radio suelen decir que allí el límite de lo que puede y no puede decirse es más laxo, ya que por algún motivo parece un medio de comunicación con perfil más bajo’. Total, en cualquier parte ‘hay buenos y malos editores y todos pueden hacer maravillas o miserias con el mismo tema’.

Lo que sí le preocupa a Guerreiro es que en este momento la televisión en la Argentina ‘carece de programas periodísticos, de análisis políticos y de investigación. En un año electoral es curioso que ninguno de todos los buenos periodistas que han hecho ese tipo de programas de denuncia tenga aire’.

Por otro lado, no ve grandes diferencias salariales si eres hombre o mujer periodista en su país. Pero todavía es ‘difícil encontrar mujeres ocupando puestos de decisión: jefas de noticias de un canal de televisión o de radio, directoras de un periódico o jefas de revistas’.

Agrega que si bien no le gusta generalizar, cree que ‘para cierta generación de periodistas el hecho de ser mujeres u hombres empieza a importar poco. No hay mujeres en puestos de decisión, pero imagino que en poco tiempo la situación será más pareja’.

> Mariposas y genios

Considera Leila Guerreiro que el oficio periodístico es ‘una sucesión de curiosidades y que el buen periodista debe estar, precisamente, atento para cazarlas. Uno se pasa la vida tratando de atrapar esos momentos curiosos y de pincharlos como mariposas sobre el papel, pero son momentos muy aburridos de contar y sólo lucen en el contexto’.

Para ella, las entrevistas memorables son las que ‘fluyen como ríos tranquilos, una danza suave que, al terminar, produce perplejidad y desazón. Perplejidad, porque no se sabe muy bien cómo se llegó hasta ahí. Desazón, porque es un acto absolutamente involuntario y no se puede hacer nada para repetirlo’.

Admite que en contadas ocasiones ha quedado verdaderamente impactada con un entrevistador y cuando le ha pasado es porque la fuente, en lo suyo, es ‘insanamente genial. Gente que ha llevado su arte, sea cual fuere, a una dimensión superior, extrema, peligrosa. Entre otros: dos actores argentinos -Julio Chávez y Alejandro Urdapilleta-, un matemático y un diseñador de joyas’.

Tampoco tiene lo que define como su ‘dream team de entrevistados y, sobre todo, me cuido de entrevistar a quienes admiro. Prefiero seguir admirándolos’.

Por otro lado, no le prende la chispa periodística ‘cualquiera que entre en la categoría de 'aburrido'. Suelen interesarme poco los políticos y las personas demasiado buenas’.

> Para ser uno bueno

En su opinión, un buen periodista es aquel que posee un gran manejo del idioma. ‘No hablo de ortografía -aunque también- sino de cosas simples: saber usar los artículos, los géneros, los tiempos verbales, y poner las comas donde deben ponerse. Después todo eso puede desordenarse y desobedecerse, pero para deconstruir algo es importante saber, primero, cómo funciona. Creo que el conocimiento del idioma debe ser tal que, aún utilizando trucos muy complejos, la dificultad no se note y la prosa resulte tersa, sin ripios’.

A la lista de bondades agregaría que el interesado tenga ‘sentido común, ético y de responsabilidad: saber que una sola palabra puede arruinar la vida de una persona durante años. Y, aunque esto es muy personal, entender que su rol no es el de hacer justicia, sino el de contar una historia de manera eficaz, sin esperar que, como consecuencia, algo cambie’.

También propone que sean buenos lectores, no tanto textos sobre periodismo, sino literatura. ‘Más novelas que cuentos, más poesía que novelas, para entender que los textos tienen respiración y que esa respiración depende de la música interna y que esa música interna determinará una de las cosas más importantes de una pieza periodística: el tono’.

Tampoco sobra que entre sus virtudes a desarrollar estén la ‘paciencia, perseverancia, el rigor para la investigación y la modestia de saber que lo que importa es la historia, no ellos, y por lo tanto pensar dos veces antes de introducir en su trabajo ese cáncer que está matando a la buena crónica latinoamericana: la palabra 'yo’.


 
 
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