Publicado el viernes 9 de marzo de 2007 - Edici�n No. 886 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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EL PERSONAJE
Patricia Maduro
Entrega artesanal

Una de las veteranas de la moda artesanal en Panamá enseña a mujeres artesanas, en especial a indígenas, cómo crear productos de calidad y crecer económicamente.

PATRICIA ARAMBURÚ

El compacto apartamento de Patricia Maduro es temporalmente la sede de la Asociación Pro-Artesana Panameña. Ahí se reciben los artículos que provienen del interior o de las comarcas indígenas, realizados por las mujeres artesanas de bajos recursos que forman parte de la asociación. Una vez recibidos los productos, se revisan, se planchan, se etiquetan, se empacan y se llevan a la tienda o al destino final.

Pro-Artesana es una asociación sin fines de lucro que se creó tras el cierre de Fundamujer, con el propósito de seguir capacitando de manera integral a mujeres indígenas y del interior en la confección de artículos novedosos, contemporáneos y de fino acabado, con el fin de lograr mejorar su calidad de vida y posicionar sus productos en el mercado local.

Maduro es la directora del proyecto que en sus palabras tiene el propósito de ‘servir’, y recalca que por nada del mundo ella quisiera llevarse el crédito por las creaciones. Se asegura de que sean las artesanas las felicitadas, pues, insiste, sólo ha actuado como una consultora, capacitadora y facilitadora en el diseño y creación de los productos.

En algunos casos ha introducido líneas de productos nuevos al grupo; en otros, ha adaptado artículos hechos, mejorando combinaciones de colores, diseños y siempre proponiendo e insistiendo en la calidad.

‘Por supuesto lo hago con una entrega total’, afirma Maduro, quien es el motor que mantiene a estos grupos de artesanas en moción.

‘Yo admiro a Patricia por su humildad y su creatividad’, dice su amiga de infancia y diseñadora de moda Laura Zerbinatti, afirmando lo que según ella Patricia nunca diría:

que fue la precursora de la moda artesanal en este país.

‘Ella es una veterana de la moda en Panamá y fue de las primeras que interpretó lo autóctono panameño y la artesanía en la moda con Pata Pata’, dice Zerbinatti, y asegura que su amiga dejó un importante legado en la moda inspirada en lo artesanal.

La época dorada

A finales de los años 70, en Panamá hubo un boom en moda artesanal, que se atribuye a la visión y creación de Maduro.

Un año después de un inspirador encuentro que tuvo con la artesanía en San Blas, Patricia decidió viajar a Nueva York, Estados Unidos, para estudiar diseño de modas en el Fashion Institute of Technology.

Durante sus estudios, creó una línea de moda artesanal para niños que logró vender en la tienda por departamentos más grande en ese entonces, Bloomingdale's, en Nueva York, y que también exportó a otros estados del país. Venía a Panamá para el proceso de confección, realizado por indígenas y mujeres del interior bajo su supervisión, y una vez lista la colección, viajaba a entregar el pedido en persona.

Por su calidad, se le abrieron caminos importantes en la industria; Bloomingdale's le seguía haciendo pedidos y sus creaciones se vendieron muy bien en esa parte del mundo. Eso le dio seguridad para en 1976 lanzar la línea Pata Pata para adultos. El nombre de la marca fue idea de su hermana, ya que sus allegados la llamaban ‘Pata Pata’ de cariño, y a ella le encantó. Su amiga Zerbinatti la motivó a empezar a vender en Contadora, que en esa época era el lugar de moda. Así lo hizo y la acogida fue halagadora. En una tienda en el Hotel Meliá, en la isla, inició lo que sería una historia de innovación y moda artesanal.

‘Yo no era tan buena comerciante’, asegura Maduro, ‘para mí la parte del diseño, la creación, la producción de esos artículos era más importante. . . ’, explicando que la emocionaba crear algo en Panamá que tuviera la etiqueta de Pata Pata.

Realizaba desfiles de moda, presentaciones en Las Tinajas y producciones fotográficas de las colecciones. Las niñas, jóvenes y señoras llevaban sus vestidos.

‘Me acerqué a Félix [B. MaduroI porque iban a abrir su sucursal de Vía España para que me dieran un espacio. Al principio me dijeron que no, pero un día me llamó Steve Maduro porque habían encontrado un espacio en el segundo piso y ahí tuvimos el área de Pata Pata por varios años’, cuenta la creadora. ‘Fue un tiempo muy lindo, la ropa se vendió súper bien. Se volvió como una especie de moda a finales de los 70’.

Y a principios de los 80 Patricia seguía creando y los panameños comprando. ‘Tenía un grupo magnífico de kunas y una señora que lo dirigía’, explica. ‘Siempre trabajé con la mola original, simplemente jugaba con los colores. Tenía una biblioteca de fotos de molas viejas, se las enseñaba y les explicaba lo que quería, con qué colores, las mandaba a hacer de acuerdo con mi especificación. San Blas fue mi primera inspiración’.

Patricia es considerada por muchos la precursora de este tipo de moda; ella dice que hubo otras antes que ella, pero que comercialmente sí fue la primera, porque exportó en grande a Estados Unidos y el Caribe, y siente que logró que otros se inspiraran y crearan sus propias líneas. Confiesa que se sentía muy halagada cuando veía productos inspirados en su línea, pero se angustiaba si eran de baja calidad. Esos años, asegura que los guarda en su memoria de manera especial.

Por la crisis que vivió Panamá a finales de los 80 tuvo que cerrar la producción y mudarse a otro país. A su regreso, en los años 90, todo había cambiado, por lo que decidió dejar cerrado el capítulo Pata Pata.

Precursora e innovadora

Era el momento de reinventarse. No podía quedarse de brazos cruzados. Así que creó otra línea de ropa, más adaptada a la moda de los 90, que llamó Patio Wear y vendió en Danté, pero no tuvo tanta acogida como Pata Pata. Fue entonces, a mediados de esa década, cuando nació la idea de capacitar a mujeres artesanas.

Junto con una amiga realizaron la propuesta a Fundamujer y tuvo acogida. Se convirtió en la consultora del proyecto de capacitación artesanal de la fundación, lo cual realizó por 10 años. Ahora es la directora de la asociación creada a raíz del cierre de la organización.

En las mesas de la oficina temporal de Pro-Artesana no hay mucho espacio libre, porque además de los pedidos por entregar, se exhiben los artículos artesanales creados por los grupos de mujeres que fueron capacitadas por Patricia Maduro y su equipo. Vestidos para bebé tejidos a mano, mantelería en punto de cruz, almohadas de mola y muñequitas indígenas son solo algunas de las piezas que produce esta asociación que promueve la artesanía local.

‘Con este proyecto nos estamos enfocando en 10 grupos de artesanas y un grupo de microempresarias [en Chitré, Paritilla, Pocrí, Ocú, Santiago, comarca Ngöbe-Buglé, Panamá e Ipetí EmberáI, con los que ya trabajamos en Fundamujer para establecerlos en el mercado local por ahora y que la producción sea constante’, explica Maduro. ‘Tenemos un equipo de directiva muy comprometido, pero sí estamos esperando que se asocien más profesionales que también puedan aportar’.

Uno de sus objetivos más ambiciosos es capacitar de seis a siete grupos nuevos de artesanas en los próximos tres años, para lo que se requiere más personal capacitado, de mucha constancia y la parte más importante:‘de interés por los grupos de mujeres artesanas, que sientan la necesidad’.

Confiesa que no está cansada, pero que sí necesitan gente joven profesional que aporte nuevas ideas y las ayuden a impulsar este proyecto. Dice que ahora es el momento ideal.


 
 
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