Publicado el viernes 23 de enero de 2004 - Edici�n No. 729 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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ESTA SEMANA

Cosecha tard�a
I parte: En ruta al campamento

El 42% de los cosechadores de caf� en la regi�n de Chiriqu� son menores de edad. Un proyecto socio-educativo de Casa Esperanza y Unicef trabaja para librarlos del trabajo del campo y llevarlos a la escuela

Ileana P�rez Burgos

Eran las 12 en punto del mediod�a de un s�bado de enero. La ciudad de Boquete parec�a desierta, pese a la Feria de la Flores. Los parranderos de la noche anterior apenas estaban despertando y los nuevos visitantes se esperaban para la tarde.

Subiendo hacia la monta�a, detr�s del �rea de feria, las personas no pensaban en comer ni en flores, sino en un cami�n. A esa hora terminaba lo que ser�a para muchos su �ltimo d�a de cosecha de caf�.

Entre las plantas de caf�, una mujer ind�gena se amarr� a la cintura un balde azul lleno de cerezas de caf�. Su esposo tom� otro recipiente igualmente lleno y lo carg� sobre su hombro. Sin trastabillar, pese a su carga, cruzaron el arroyo para llegar a la orilla del camino. Ella se quit� la bolsa negra que cubr�a su traje; �l baj� la carga; y se sentaron a esperaron el cami�n que pesar�a su cosecha y se llevar�a las cerezas. Hab�a sido un d�a malo, de fin de cosecha, solo hab�an logrado llenar dos y medias latas de 30 libras, cuando, en el pico de la temporada, logran reunir entre los dos seis latas, pagadas a $1 cada una.

La pareja hab�a venido desde Guaribiara, parte bocatore�a de la comarca Ng�be Bugl�, con sus tres hijos de uno, cinco y siete a�os. Como los ni�os estaban muy peque�os para trabajar, se quedaban en el campamento del cafetal mientras sus padres cosechaban.

Pero Francisco, de 13 a�os, s� es lo suficientemente grande para cosechar junto a su pap�. El puede recoger hasta tres latas en un d�a, lo que representa unos 200 balboas en tres meses de cosecha, que se suman al ingreso familiar. A Seferino, de apenas cinco a�os, sus padres tambi�n lo consideran en edad de cosechar, y adem�s carga agua y cuida de sus hermanos menores.

Cerca de 15 mil familias se trasladan de la comarca Ng�be Bugl� hacia Volc�n, Boquete y Renacimiento en Chiriqu� durante la �poca de la cosecha, que va de septiembre a marzo. Otras seis mil familias cruzan la frontera a los cafetales en Costa Rica. Como la fecha de cosecha var�a seg�n la altura de la finca, los ind�genas se van mudando de cafetal a medida que termina la cosecha en uno y comienza en otro. Al finalizar las �ltimas cosechas, vuelven a sus comunidades en la comarca con el dinero ganado.

La escuela lejana

El programa socioeducativo de Casa Esperanza y Unicef ha logrado que m�s de 400 ni�os dejen el trabajo de la cosecha para asistir a la escuela de su finca.
Jos�, de nueve a�os, camin� nueve horas con su familia desde Cerro Ca�a hasta Volc�n. Estaba en tercer grado, pero perdi� el a�o al venir a la cosecha.

Para poder cosechar y viajar con sus padres, los ni�os abandonan la escuela en su comarca antes de que termine el a�o escolar. Algunos maestros le marcan una nota ficticia y los pasan de grado. El resto termina repitiendo el a�o y lo vuelve a perder al a�o siguiente.

Francisco estuvo en primer grado, pero hace dos a�os dej� de ir a clases porque se pele� con un compa�ero.

Esa es la realidad para los ni�os ngobe, que con unas tres horas de caminata bajo la lluvia o el sol, logran ir a una escuela. Pero para muchos, la escuela m�s cercana queda a 12 horas de camino; otros ni siquiera tienen una cercana. Por tanto, no van a clases. En la regi�n Kodrii, el 40% de los ni�os nunca ha ido a la escuela, y en Ngukribu, el 70% no ha recibido ning�n tipo de educaci�n acad�mica. Hasta el a�o 2003, no exist�a ning�n centro de educaci�n completa en la comarca. Reci�n el a�o pasado se inaugur� el primer bachiller agropecuario en la comunidad Mun�, el �nico en toda la comarca.

Seg�n el diagn�stico de la situaci�n del trabajo infantil en las zonas cafetaleras de Chiriqu� del 2000, el 42% de las personas que participa de las cosechas de caf� son menores de edad, de lo cuales 57% son menores de 12 a�os. Adem�s, el 42% de esos ni�os cosecheros de 6 a 14 a�os (edad escolar) no asiste a la escuela o cursa grados escolares muy por debajo de su edad.

De m�s est� de decir que es ilegal el trabajo infantil de menores de 14 a�os (y los mayores de 14 a�os solo pueden trabajar con autorizaci�n de sus padres). Sin embargo, estos ni�os, a�n cuando viven en el campamento del cafetal y cosechan, no est�n registrados como cosecheros. Cada familia registra solo un nombre, el del padre, pero las latas entregadas bajo este nombre representan las cerezas cosechadas por toda la familia.

Basilia, con su hermano Donato en brazos, prepara la comida de su familia en la cocina del campamento de Los Alpes, mientras sus padres cosechan caf�.
Para los cafeteros, no es conveniente la presencia del ni�o en el campo, como explica Ricardo Koyner, de Kotowa Estate Coffee en Boquete. �El ni�o para el due�o de finca no aporta casi nada. Al contrario, ese ni�o en el cafetal quiebra ramas, tumba m�s caf� del que cosecha, aunque aumenta la cantidad de cosecha para su pap�, porque �l no est� consciente de lo que est� haciendo�.

Hace siete a�os, Koyner cre� una guarder�a dentro de su finca donde se organizan las mujeres para cuidar a los ni�os y se les da comida. De esta forma, se evita que el ni�o trabajara en el cafetal. Sin embargo, no ha sido f�cil lograr que los padres dejen a los ni�os en la guarder�a pues para ellos el trabajo de su hijo representa un aumento al ingreso familiar.

�El ind�gena est� acostumbrado que el ni�o es parte de la ayuda de la finca.�, explica Koyner. �Entonces, el ind�gena piensa que si la actividad de cosechar es recoger unos granos, no es dif�cil, entonces dicen �por qu� no puedo llevar a mi hijo a que me ayude si �l siempre me est� ayudando�. Hemos encontrado mucha resistencia de parte de los padres a que los ni�os se queden. Muchos ind�genas dicen �si yo tengo que dejar a mi hijo, me voy�. No es tan f�cil como decirle �te proh�bo tener al ni�o en el cafetal�, realmente ha sido una labor de ense�anza�, agrega.

Cuartos de humo

Ni�as en la escuela de Caf� D�Eleta

La alargada casa verde de madera, con ventanas de hojas de zinc, es el campamento del cafetal para los cosecheros en una finca de Volc�n. El pasillo est� lleno del humo que desde los fogones en la cocina se esparce por toda la casa. Detr�s de una de las puertas que da al pasillo, se escucha una tos. Cuando se abre la puerta, un anciano advierte �el ni�o est� dormido�, en una hamaca improvisada entre las literas. El explica que como su esposa muri�, �l se encarga de cuidar a su nieto mientras su hijo y su nuera cosechan en la meseta.

Por la ventana de uno de los cuartos, se asoma Micaela Montezuma, de cinco a�os, que hala de un cordel a su gatito que amenaza son salirse del cuarto. En su cuarto las cosas est�n tiradas sin ning�n orden. Aqu� una bincha, cerca de un cuchar�n de comida, m�s all� un tarro de vaselina, una botella de agua florida, un plato de comida. Las literas tienen por colchones sacos sint�ticos, y dentro de una ch�cara arrumada en una esquina hay s�banas y un traje. Y en el piso, una paila.

Aun cuando existan letrinas, algunos ind�genas no las usan, hacen sus necesidades en el campo o en su propio cuarto. Y cocinan dentro de la casa, para que el humo espante los mosquitos.

A Basilia, de 12 a�os, y su hermanito Donato, los encontramos frente al fog�n, vigilando la comida. Ella muy gentil y sonriente nos abre la puerta de su cuarto y dentro descubrimos a su otro hermanito, dormido apaciblemente dentro de una ch�cara que cuelga entre las dos literas. Sus padres est�n cosechando.

Tablero de esperanza

La maestra Bellbis Vald�s con los ni�os de Cafetalera Los Alpes.
Esta realidad y estad�sticas motivaron a Casa Esperanza a abrir un centro regional en Chiriqu� y crear programas para comenzar a aliviar el trabajo infantil y la falta de educaci�n de los ni�os ngobe.

As�, en el a�o 2000, esta organizaci�n, con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), desarroll� un programa socio-educativo en las fincas de caf� chiricanas. La misi�n del programa es ofrecer, dentro de la propia finca, una escuela como alternativa al trabajo infantil.

Se sumaron varios aliados. Los caficultores, una vez aceptan el programa, se comprometen a ofrecer un espacio para una escuelita en la finca y hospedaje a las maestras que la atienden. La Universidad de Chiriqu� asigna a las maestras, pues este programa de tres meses representa la pr�ctica profesional de sus estudiantes graduandos de licenciatura en educaci�n. UNICEF contribuye con el vi�tico de transporte a las maestras y la alimentaci�n de los ni�os en las escuelas. El Ministerio de Salud apoya el proyecto con giras m�dicas en los cafetales.

Sin embargo, por bueno que suene, y de hecho lo es, ha sido dif�cil convencer a los caficultores y a los ind�genas de la importancia, a corto y largo plazo, de sacar al ni�o del campo y llevarlo a una escuela. En las tierras altas chiricanas, existen alrededor de 200 cafetales de m�s de 30 hect�reas. El programa tiene como meta llegar a 20 cafetales, pero en el primer a�o solo se sumaron cuatro. Aun as�, el programa arranc�, y al verlo en marcha otros m�s abrieron las puertas. Para el periodo 2003-2004, 13 fincas aceptaron el programa, y unas seis m�s han manifestado inter�s para el pr�ximo a�o.

La confianza y la esperanza comienzan a germinar en el cafetal.



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