Cosecha tard�a
I parte: En ruta al campamento
El 42% de los cosechadores de caf� en la regi�n de Chiriqu� son menores de edad. Un proyecto socio-educativo de Casa Esperanza y Unicef trabaja para librarlos del trabajo del campo y llevarlos a la escuela
Ileana P�rez Burgos
Eran las 12 en punto del mediod�a de un s�bado de enero. La ciudad de Boquete parec�a desierta, pese a la Feria de la Flores. Los parranderos de la noche anterior apenas estaban despertando y los nuevos visitantes se esperaban para la tarde.
Subiendo hacia la monta�a, detr�s del �rea de feria, las personas no pensaban en comer ni en flores, sino en un cami�n. A esa hora terminaba lo que ser�a para muchos su �ltimo d�a de cosecha de caf�.
Entre las plantas de caf�, una mujer ind�gena se amarr� a la cintura un balde azul lleno de cerezas de caf�. Su esposo tom� otro recipiente igualmente lleno y lo carg� sobre su hombro. Sin trastabillar, pese a su carga, cruzaron el arroyo para llegar a la orilla del camino. Ella se quit� la bolsa negra que cubr�a su traje; �l baj� la carga; y se sentaron a esperaron el cami�n que pesar�a su cosecha y se llevar�a las cerezas. Hab�a sido un d�a malo, de fin de cosecha, solo hab�an logrado llenar dos y medias latas de 30 libras, cuando, en el pico de la temporada, logran reunir entre los dos seis latas, pagadas a $1 cada una.
La pareja hab�a venido desde Guaribiara, parte bocatore�a de la comarca Ng�be Bugl�, con sus tres hijos de uno, cinco y siete a�os. Como los ni�os estaban muy peque�os para trabajar, se quedaban en el campamento del cafetal mientras sus padres cosechaban.
Pero Francisco, de 13 a�os, s� es lo suficientemente grande para cosechar junto a su pap�. El puede recoger hasta tres latas en un d�a, lo que representa unos 200 balboas en tres meses de cosecha, que se suman al ingreso familiar. A Seferino, de apenas cinco a�os, sus padres tambi�n lo consideran en edad de cosechar, y adem�s carga agua y cuida de sus hermanos menores.
Cerca de 15 mil familias se trasladan de la comarca Ng�be Bugl� hacia Volc�n, Boquete y Renacimiento en Chiriqu� durante la �poca de la cosecha, que va de septiembre a marzo. Otras seis mil familias cruzan la frontera a los cafetales en Costa Rica. Como la fecha de cosecha var�a seg�n la altura de la finca, los ind�genas se van mudando de cafetal a medida que termina la cosecha en uno y comienza en otro. Al finalizar las �ltimas cosechas, vuelven a sus comunidades en la comarca con el dinero ganado.
La escuela lejana
 |
El programa socioeducativo de Casa Esperanza y Unicef ha logrado que m�s de 400 ni�os dejen el trabajo de la cosecha para asistir a la escuela de su finca. |
Jos�, de nueve a�os, camin� nueve horas con su familia desde Cerro Ca�a hasta Volc�n. Estaba en tercer grado, pero perdi� el a�o al venir a la cosecha.
Para poder cosechar y viajar con sus padres, los ni�os abandonan la escuela en su comarca antes de que termine el a�o escolar. Algunos maestros le marcan una nota ficticia y los pasan de grado. El resto termina repitiendo el a�o y lo vuelve a perder al a�o siguiente.
Francisco estuvo en primer grado, pero hace dos a�os dej� de ir a clases porque se pele� con un compa�ero.
Esa es la realidad para los ni�os ngobe, que con unas tres horas de caminata bajo la lluvia o el sol, logran ir a una escuela. Pero para muchos, la escuela m�s cercana queda a 12 horas de camino; otros ni siquiera tienen una cercana. Por tanto, no van a clases. En la regi�n Kodrii, el 40% de los ni�os nunca ha ido a la escuela, y en Ngukribu, el 70% no ha recibido ning�n tipo de educaci�n acad�mica. Hasta el a�o 2003, no exist�a ning�n centro de educaci�n completa en la comarca. Reci�n el a�o pasado se inaugur� el primer bachiller agropecuario en la comunidad Mun�, el �nico en toda la comarca.
Seg�n el diagn�stico de la situaci�n del trabajo infantil en las zonas cafetaleras de Chiriqu� del 2000, el 42% de las personas que participa de las cosechas de caf� son menores de edad, de lo cuales 57% son menores de 12 a�os. Adem�s, el 42% de esos ni�os cosecheros de 6 a 14 a�os (edad escolar) no asiste a la escuela o cursa grados escolares muy por debajo de su edad.
De m�s est� de decir que es ilegal el trabajo infantil de menores de 14 a�os (y los mayores de 14 a�os solo pueden trabajar con autorizaci�n de sus padres). Sin embargo, estos ni�os, a�n cuando viven en el campamento del cafetal y cosechan, no est�n registrados como cosecheros. Cada familia registra solo un nombre, el del padre, pero las latas entregadas bajo este nombre representan las cerezas cosechadas por toda la familia.
 |
Basilia, con su hermano Donato en brazos, prepara la comida de su familia en la cocina del campamento de Los Alpes, mientras sus padres cosechan caf�. |
Para los cafeteros, no es conveniente la presencia del ni�o en el campo, como explica Ricardo Koyner, de Kotowa Estate Coffee en Boquete. �El ni�o para el due�o de finca no aporta casi nada. Al contrario, ese ni�o en el cafetal quiebra ramas, tumba m�s caf� del que cosecha, aunque aumenta la cantidad de cosecha para su pap�, porque �l no est� consciente de lo que est� haciendo�.
Hace siete a�os, Koyner cre� una guarder�a dentro de su finca donde se organizan las mujeres para cuidar a los ni�os y se les da comida. De esta forma, se evita que el ni�o trabajara en el cafetal. Sin embargo, no ha sido f�cil lograr que los padres dejen a los ni�os en la guarder�a pues para ellos el trabajo de su hijo representa un aumento al ingreso familiar.
�El ind�gena est� acostumbrado que el ni�o es parte de la ayuda de la finca.�, explica Koyner. �Entonces, el ind�gena piensa que si la actividad de cosechar es recoger unos granos, no es dif�cil, entonces dicen �por qu� no puedo llevar a mi hijo a que me ayude si �l siempre me est� ayudando�. Hemos encontrado mucha resistencia de parte de los padres a que los ni�os se queden. Muchos ind�genas dicen �si yo tengo que dejar a mi hijo, me voy�. No es tan f�cil como decirle �te proh�bo tener al ni�o en el cafetal�, realmente ha sido una labor de ense�anza�, agrega.
Cuartos de humo
 |
Ni�as en la escuela de Caf� D�Eleta |
La alargada casa verde de madera, con ventanas de hojas de zinc, es el campamento del cafetal para los cosecheros en una finca de Volc�n. El pasillo est� lleno del humo que desde los fogones en la cocina se esparce por toda la casa. Detr�s de una de las puertas que da al pasillo, se escucha una tos. Cuando se abre la puerta, un anciano advierte �el ni�o est� dormido�, en una hamaca improvisada entre las literas. El explica que como su esposa muri�, �l se encarga de cuidar a su nieto mientras su hijo y su nuera cosechan en la meseta.
Por la ventana de uno de los cuartos, se asoma Micaela Montezuma, de cinco a�os, que hala de un cordel a su gatito que amenaza son salirse del cuarto. En su cuarto las cosas est�n tiradas sin ning�n orden. Aqu� una bincha, cerca de un cuchar�n de comida, m�s all� un tarro de vaselina, una botella de agua florida, un plato de comida. Las literas tienen por colchones sacos sint�ticos, y dentro de una ch�cara arrumada en una esquina hay s�banas y un traje. Y en el piso, una paila.
Aun cuando existan letrinas, algunos ind�genas no las usan, hacen sus necesidades en el campo o en su propio cuarto. Y cocinan dentro de la casa, para que el humo espante los mosquitos.
A Basilia, de 12 a�os, y su hermanito Donato, los encontramos frente al fog�n, vigilando la comida. Ella muy gentil y sonriente nos abre la puerta de su cuarto y dentro descubrimos a su otro hermanito, dormido apaciblemente dentro de una ch�cara que cuelga entre las dos literas. Sus padres est�n cosechando.
Tablero de esperanza
 |
La maestra Bellbis Vald�s con los ni�os de Cafetalera Los Alpes. |
Esta realidad y estad�sticas motivaron a Casa Esperanza a abrir un centro regional en Chiriqu� y crear programas para comenzar a aliviar el trabajo infantil y la falta de educaci�n de los ni�os ngobe.
As�, en el a�o 2000, esta organizaci�n, con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), desarroll� un programa socio-educativo en las fincas de caf� chiricanas. La misi�n del programa es ofrecer, dentro de la propia finca, una escuela como alternativa al trabajo infantil.
Se sumaron varios aliados. Los caficultores, una vez aceptan el programa, se comprometen a ofrecer un espacio para una escuelita en la finca y hospedaje a las maestras que la atienden. La Universidad de Chiriqu� asigna a las maestras, pues este programa de tres meses representa la pr�ctica profesional de sus estudiantes graduandos de licenciatura en educaci�n. UNICEF contribuye con el vi�tico de transporte a las maestras y la alimentaci�n de los ni�os en las escuelas. El Ministerio de Salud apoya el proyecto con giras m�dicas en los cafetales.
Sin embargo, por bueno que suene, y de hecho lo es, ha sido dif�cil convencer a los caficultores y a los ind�genas de la importancia, a corto y largo plazo, de sacar al ni�o del campo y llevarlo a una escuela. En las tierras altas chiricanas, existen alrededor de 200 cafetales de m�s de 30 hect�reas. El programa tiene como meta llegar a 20 cafetales, pero en el primer a�o solo se sumaron cuatro. Aun as�, el programa arranc�, y al verlo en marcha otros m�s abrieron las puertas. Para el periodo 2003-2004, 13 fincas aceptaron el programa, y unas seis m�s han manifestado inter�s para el pr�ximo a�o.
La confianza y la esperanza comienzan a germinar en el cafetal.
|