Publicado el viernes 7 de septiembre de 2007 - Edici�n No. 912 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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POR LA SOMBRITA

Mamá, necesito una cartulina. . .

Para merecer el título de acudiente, por lo menos una vez, usted tendrá que recorrer con desespero las sederías panameñas en busca de alambre dulce.

Roxana Muñoz

Aunque uno no tenga hijos en edad escolar, no puede dejar de solidarizarse con los miles de padres de familia que cada año pasan por quebraderos de cabeza cuando sus niños les dicen: ‘mamá, papá, la maestra me pidió que llevará un papel crespón color sirope’.

Para dar mayor emoción a estos pedidos, los niños suelen esperar hasta último momento para el aviso, pero a veces son los padres quienes lo dejan para mañana y después andan en correderas.

‘¿Que son ganchos mariposa?’, nos preguntó un compañero desconcertado hace unos días, cuando el reloj ya apuntaba las 5:00 de la tarde. Debía llevarlos para que su hijo hiciera un portarretrato. Los benditos portarretratos han ocasionado dolores de cabeza de generación en generación, ya sea aquellos que se hacían con palitos de paleta, con horquillas de madera o con granos de lentejas ¡una delicia para las alimañas de la casa!

Julián, otro compañero de trabajo, me cuenta que tuvo que recorrer la mitad de las sederías de Panamá para encontrar flores rococó. El único lugar donde las conocían por ese nombre era en El Machetazo de Calidonia; lo más triste es que él había visto las flores en todas las sederías anteriores, pero nadie las conocía por semejante nombre (son unas florecitas de hilo pequeñitas y se emplean para confeccionar recordatorios).

Julián también tuvo que caminar mucho para encontrar papel manila en colores. En sus tiempos el papel manila era sin color, si acaso podemos decir que chocolate, pero ahora hay en colores (por supuesto que es más caro) y para su información lo venden en un solo lugar de Panamá.

Por lo menos a él no le ha tocado coser un traje de congo como hizo mi amiga S. Gracias a la internet ella pudo conseguir una foto de un congo y gracias a un favor que le debían en el departamento de Sistemas logró que se la imprimieran a color. Hasta las 2:00 a. m. estuvo cosiendo ese vestido para una presentación escolar. Eso no es nada, algo muy malo tuvo que haber hecho S. en la otra vida, porque después le tocó coser un taparrabo para su hijo de 10 años. ¿Adivinen qué? Su hijo nunca se lo puso.

Llamé a una conocida madre de familia para que me contara alguna anécdota, pero no pudo atenderme porque estaba buscando cinco

poesías escritas por autores panameños sobre el libro para una tarea. Tenía que ingeniárselas para que el jefe no descubriera que usaba la internet de la oficina para eso.

Ningún acudiente puede llevar dignamente ese título sin que por lo menos una vez haya tenido que buscar con desespero alguno de los siguientes materiales: cartulina de color verde amarillo, lápiz de un tipo especial, goma k, bastón de foam, alambre dulce ¡una hoja de helecho que tenga soros! (y si usted no tiene helecho en su casa –pero, ¿cómo no va a tener?– tendrá que asaltar algún jardín ajeno).

Para evitar los apuros, la compañera L. me cuenta que hace dos semanas compró los pasteles de óleo que le pidió la maestra a su niña. Ella no sabía qué era eso, pero por suerte no le fue difícil encontrarlo. El día que la niña lo llevó, pueden suponer lo que pasó: la maestra no fue.


 
 
 
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