Publicado el viernes 12 de enero de 2007 - Edici�n No. 878 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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POR LA SOMBRITA
Policías del colesterol

Las fuerzas armadas del colesterol están siempre allí, esperando la hora de las comidas para actuar. No perdonan Navidad, bodas o salidas a comer.

Roxana Muñoz

Que entre los funcionarios de Gobierno y Justicia, ni tampoco entre los del Ministerio de Salud, cunda el pánico. La Policía del Colesterol no hay que crearla, no necesita jefes ni presupuesto, pues ya está organizada y trabaja sin sueldo los 365 días del año.

A las unidades de este grupo de vigilancia se les reconoce en cualquier parte, y no por el uniforme, sino por lo que dicen a sus familiares que tienen problemas de salud. Algunas hablan suavecito: ‘¿Vas a comer eso mi amor, no te hará daño?’. ‘Mira, qué rica esta ensaladita’.

Otras son implacables: ‘Deja ese chicharrón inmediatamente que acá tienes tu comida (chayote hervido sin sal)’. ‘Viste, te dije que no comieras esa salsa, ahora no te puedes ni sentar’. ‘¿Qué estás masticando?, a mí no me vengas a llorar después’.

La humanidad se salvó de que estas guardianas no trabajaron en el G2 o en la policía militar.

Además de las palabras se valen de la mirada. Sí, la mirada fulminante de ‘Mmmm, te estoy viendo’ que lanzan cuando sospechan que el de los triglicéridos altos piensa infringir la dieta que le recomendó el doctor. Y no ceden aunque sus custodios suplican ‘una probadita’, ‘una vez al año no hace daño’.

Me arriesgo a decir que el 90% de los miembros de este escuadrón vigilante es femenino. Y por lo que he visto, ninguna debe decir ‘de esta agua no beberé’. Toda mujer que tenga un familiar al que se le detectaron altos los triglicéridos, con diabetes, sobrepeso (o todo lo anterior junto) será tentada a formar parte de estas fuerzas.

Y con los malos hábitos alimenticios que tenemos cada vez es más posible que esto nos ocurra.

Estoy segura de que detrás de esa persecusión lo que hay es mucho amor. Nadie quiere ver a un ser querido achacoso y menos por culpa de una –o varias– hojaldres con queso. Los transgresores del colesterol deben entender eso.

Pero con tanto sofoco, aquellos custodiados terminan buscando aire en el pabellón de la comida de la feria de artesanías, atragantándose de lechona, o se fugan hasta el primer carrito de empanadas.

A los policías les digo, cuidado con la mano dura, que entre más prohibiciones, más ganas entran de pellizcar un chicharroncito con un vasito de chicheme.


 
 
 
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