Publicado el viernes 29 de diciembre de 2006 - Edici�n No. 876 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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Un año sin tareas
Julieta de Diego de Fábrega

Veamos, en dos días estaremos inaugurando el año 2007 y ya para hoy la mayoría de las personas ha preparado su listita de buenos propósitos. Luego de mucho pensarlo, decidí que este año no iba a gastar ni papel ni lápiz ni tiempo en esta actividad, pues, lo que generalmente apunto sólo sirve para que me pase la mitad del año arrastrando la manta pensando en todo lo que he prometido y no he cumplido.

No quiero que piensen que soy una vaga desordenada, pero es que en verdad cuando uno quiere hacer algo simplemente lo hace, sin necesidad de andarlo apuntando por ahí. Por otro lado, esa famosa listita de buenos propósitos se hace con total desconocimiento de causa, porque mal puede uno prever cuáles serán las circunstancias de la vida digamos en junio de 2007.

En general sabemos que lo más probable es que estemos trabajando en el mismo lugar que hoy, o sea que podríamos prometer levantarnos más temprano los lunes, pero con lo revuelto que anda el mundo y la interminable cadena de compras y recompras ¿quién sabe? Pensamos que vamos a estar viviendo en la misma casa, pero eso será válido únicamente si ningún inversionista extranjero se enamora de nuestra esquina y nos ofrece un pocotón de billetes verdes con la cara de Washington para que nos mudemos rapidito, así es que quizá no sea tan urgente hacer policía.

Seguramente el primero de enero de 2007 amaneceremos siete libras más gordos, pero en 2006 prometimos comer menos como 40 veces y al final es bien difícil resistirse a los turrones que como todos saben sólo llegan en diciembre. O sea que dejar de pecar de gula es una promesa que sólo nuestro pantalón negro nos hará cumplir a fuerza de no dejarnos entrar en él.

Se me ocurre que podría tratar de trabajar menos para tener más tiempo libre para disfrutar de la vida, pero esa es una promesa que me causa remordimiento de conciencia, pues crecí en los días en que ser muy trabajadora era muy bueno. Tendré que resignarme a llegar a vieja para poder trepar ‘las patas’ sobre el escritorio.

Como ven, las promesas cajoneras simplemente se engavetan y eventualmente se tiran a la basura. Y eso de ser mejor persona y demás es una misión de vida que difícilmente se logra en un año. Viene con el tiempo y si es que uno está atento a las señales. No sucede por arte de magia y menos porque uno lo prometa al calor de los brindis del 31.

Aquí solita, pensando mientras escribo, llego a la conclusión de que 2007, al igual que los 52 años que le precedieron, será un año de amores y desamores, de alegrías y tristezas, de triunfos y frustraciones, de promesas incumplidas y de trabajos concluidos sin promesas que les precedieran. Entiendo que no voy a cambiar de la noche a la mañana, pero que puedo tratar de ir pasito a pasito mejorando lo que tengo chueco.

Sé también que tareas no me faltarán, pues tengo el vicio de andar buscando cosas que hacer todo el día. Eso no creo que se me va a quitar así tan fácil, aunque me siento orgullosa de haber aprendido a decir no de vez en cuando, muy de vez en cuando, pero algo es algo. Entonces, luego de todas estas deliberaciones, he decidido formalmente que para 2007 no haré lista de buenos propósitos. Punto y final.

Amaneceré feliz el primero y esperaré a que me caiga la teja el 4. Seguiré siendo todo lo responsable que el cuerpo me lo permita, ayudando a quienes se me crucen por el camino, educando a los hijos a quienes todavía puedo sermonear y listo. En diciembre les contaré cómo me fue.


 
 
 
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