Publicado el viernes 10 de noviembre de 2006 - Edici�n No. 871 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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LA VIDA EN FUCSIA
'Y sólo me costó 1. 99'
Roxana Muñoz

A las mujeres nos encanta oír ‘muy bonito tu collar’ o ‘qué lindos zapatos tienes’. Pero más nos gusta responder: ‘sólo me costó dos dólares’ o ‘lo compré en la Avenida Central’. Tengo una amiga que fue a una boda con un vestido de gala de 9 dólares (claro, eso es casi secreto de Estado).

Otra que aún recuerda con orgullo que hace seis años se encontró un chaleco de cuero ¡sanito! por 30 dólares en Moda S. Mientras que una conocida vive pendiente de los baratillos de cierto almacén prestigioso para comprar por dos dólares aretes que en precio normal cuestan 35 dólares; yo aún no puedo creer que alguien pague tanto por unos aretes.

En mi opinión, hay que tener cierta pericia y maña para dar con estas gangas. La gente que conozco, experta en el tema, dicen que no, y hasta me ofrecen llevarme de compras a ver si aprendo. Según ellas la clave es ir justo el día que llegan los lotes nuevos de ropa o ir los primeros días del baratillo. Dicen que tengo que tener paciencia: buscar, buscar y buscar. La que se apura pierde.

Una compañera de la universidad caminaba todo Los Pueblos para comparar precios y luego rebobinaba la cinta mental y los pasos hasta volver al lugar donde encontró lo más barato. A mí la memoria no me da para tanto, todos estos consejos me cuesta ponerlos en práctica. Me desespera caminar por los centros comerciales para terminar gastando en tres cositas media quincena.

Como estudiante universitaria pasaba el Niágara en bicicleta para encontrar alguna pieza de ropa que no fuera de espanto y que se ajustara a mi limitado presupuesto. Yo iba a la Central con menos de 10 dólares para una blusa y la que justo me gustaba costaba 15 dólares, me pasaba tantas veces. Entonces pensaba -ingenua yo- que eso se resolvería cuando tuviera más dinero.

Cuando al fin pude salir con 20 dólares para una prenda, lo que me gustaba costaba 25 dólares. La culpa no era de la inflación. Mi problema, como me dijo alguien, era que yo tenía la maldición del ‘ojo caro’: esto significaba que solo me fijaba en las cosas que costaban más de lo que yo podía pagar.

Mi presupuesto, ni lo quiero decir mucho, es ahora más holgado, pero siempre lo que me gusta cuesta más de lo que quiero pagar y la ropa de 2. 99 a mí me luce como de 2. 99. La solución que encontré es comprar lo menos posible y es por ello que cuando me toca comprar ropa interior es casi una tarea de emergencia, compro cuando las prendas se me gastan.

Qué diferencia con mi amiga L. que siempre anda a la moda sin gastar mucho; su truco es ir a los almacenes finos, mirar las revistas, la televisión y luego buscar algo parecido, dice ella que siempre lo encuentra en los almacenes baratos. Yo creo que no lograré ponerme a su altura ni aún haciéndome amiga de una de las dependientes de Moda S. a ver si me avisa cuando llega la mercancía nueva.

Adquirir piezas buenas, bonitas y baratas es una materia de la Universidad de la Vida. Yo por ahora estoy reprobada.


 
 
 
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