La planta que me toc� ser
�En nuestros locos intentos renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser �Shakespeare
Julieta de Diego de F�brega
Con frecuencia recibo correos electr�nicos de mis amigos plenos de pensamientos positivos, historias que conmueven, oraciones y chistes. Aprovecho para confirmarles que los leo aunque pocas veces los contesto. El caso es que, como suele suceder en aquellas cosas que involucran los gustos personales, algunos textos �m�s que otros- me hacen reflexionar.
Hace un par de d�as recib� uno que contaba la historia de un rey que fue hasta su jard�n y vio que sus �rboles, arbustos y flores se estaban muriendo. Comenz� a indagar. El Roble le dijo que se mor�a porque no pod�a ser tan alto como el Pino. El Pino yac�a ca�do �s�per deprimido, me imagino- porque no pod�a dar uvas como la Vid. La Vid, por su parte, se mor�a porque no pod�a florecer como la Rosa y la Rosa lloraba anhelando la fortaleza del Roble.
Entre tanta desolaci�n encontr� un Clavel floreciendo en todo su esplendor. El rey le pregunt�: �C�mo es que creces tan saludable en medio de este jard�n mustio y umbr�o? La flor contest�: Quiz�s sea porque siempre supuse que cuando me plantaste quer�as claveles. Si hubieras querido un Roble, lo habr�as plantado. En aquel momento me dije: �Intentar� ser Clavel de la mejor manera que pueda� y heme aqu� el m�s bello clavel de tu jard�n.
Luego de la peque�a f�bula que he transcrito ven�an las reflexiones del autor acerca de la infelicidad que trae estar constantemente a�orando ser algo diferente a lo que uno es. Me pregunto, �por qu� ser� que los hombres no hemos podido librarnos de la man�a de la comparaci�n?
Las ni�as muy altas desear�an medir un par de pulgadas menos, mientras que las chaparritas se encaraman en unos zancos tan y tan altos que seguramente necesitan recibir lecciones con los equilibristas del circo para poder caminar sobre ellos. Quienes tienen el cabello lacio, se pasan tres horas en el sal�n de belleza �enrul�ndoselo� con una sustancia que huele literalmente a pedo qu�mico, mientras que las que nacieron con una mata de rulos hacen exactamente lo contrario.
Quienes trabajan en una oficina con aire acondicionado preferir�an andar recorriendo caminos polvorientos, mientras que los asoleados ingenieros a�oran el d�a en que puedan quedarse refrigerados escribiendo informes. Los campesinos matan por venirse para la capital y los capitalinos no sabemos qu� hacer para salir huyendo de este infierno de estr�s, ruidos, compromisos sociales y timbres de tel�fono.
El que tiene unos padres que joden �es decir que se preocupan- envidia al amigo cuyos progenitores ni le preguntan para d�nde va; y �ste, se acuesta so�ando con que aunque sea una vez al mes sus padres le nieguen alguno de los permisos descabellados que suele pedir, s�lo para confirmar que les importa con �l.
Tanto nos preocupamos por las cosas que quisi�ramos cambiar en nuestras vidas que olvidamos disfrutar las que tenemos. Y llegamos a viejos convertidos en un solo �Lamento borincano� que nadie aguanta. Tanto y tanto nos acostumbramos a sentir l�stima por nosotros mismos que hasta las cosas buenas podemos convertirlas en problemas. Te regalan un carro rojo, pifia, �ltimo modelo, marca de cach� y te encanta, pero... ejem... el azul como que es m�s bonito. Es, mientras est� en la agencia, porque seguro que si te lo hubieran regalado azul andar�as a�orando el rojo.
Est�s feliz porque tu primog�nito naci� sano, come como King Kong y duerme pl�cidamente, pero de vez en cuando escuchas una vocecita que te recuerda que no tiene los ojos azules como el bisabuelo y por ah� mismito sale el suspiro. �Qu� necedad! �No les parece?
M�s bonito ser�a el mundo si estuviera lleno de claveles orgullosos de sus p�talos enruladitos y sus hojas flaquitas, que de rosales sin flores anhelando ser robles.
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