Una visita especial
A veces un evento sencillo y que no parece tener mayor trascendencia nos ayuda a comprender muchos misterios
Julieta de Diego de F�brega
Mi t�a Angela tiene ya 102 a�os cumplidos. Hasta hace poco tiempo estaba fuerte y clara de mente, pero ya se le empieza a notar la edad. Despu�s de todo, 102 es una cantidad respetable de a�os para que cualquier persona ande deambulando por los caminos terrenales. Siendo muy joven su padre fue herido en la guerra y ella prometi� ir a misa todos los d�as si Dios le conced�a salud a su pap� y lo cumpli�. Los �ltimos 35 a�os fue a la misa de 5:30 en el Santuario, porque quedaba cerca de su casa y pod�a irse a pie.
Hace unos meses la fragilidad normal de sus a�os nos empez� a preocupar y decidimos que era m�s conveniente que recibiera la comuni�n en casa. A ella no le gust�, pero acept� con resignaci�n. Ella sigue con su rutina diaria de oraciones tan com�n en las personas de su �poca y siempre me he preguntado para qu� saca todas las estampitas y pretende leerlas cuando ya conoce todas las oraciones de memoria. Debe ser que es parte del ritual.
Ayer a mi hermana Ati se le ocurri� una idea genial: llevar a t�a Angela a su misa. Y digo su misa porque ya todo el mundo estaba acostumbrado a la presencia de la se�ora de cabello blanco que siempre se sentaba en la primera banca. El regreso de t�a Angela al Santuario fue todo un evento. En los cinco minutos antes de que empezara la celebraci�n montones de personas se acercaron a saludarla.
Para mis hermanas y yo, que est�bamos junto a ella, fue algo maravilloso. Sus compa�eras de misa le abrazaron, le comentaron lo bien que se ve�a, la alegr�a que les daba verla nuevamente en la primera fila. Ella feliz. A m� se me ag�aron los ojos.
Cuando sali� el sacerdote una se�ora subi� al altar y le murmur� unas palabras. Acto seguido hizo un anuncio especial: quer�a que todos celebr�ramos con alegr�a la presencia de Angelina �una de sus viejas amigas es italiana y siempre la llama as� en la misa. �Qu� lindo que haya escogido acompa�arnos en un d�a tan especial en que cumple 103 a�os�. Todos los presentes empezaron a aplaudir. Me confund� porque t�a Angela no estaba de cumplea�os, pero la alegr�a que manifestaba el sacerdote era tan sincera y tan sentida que ese peque�o detalle dej� de ser importante.
En m�s de una ocasi�n hizo referencia a esta celebraci�n y cuando �bamos ya como por la mitad de la misa, me di cuenta de que en el caso de t�a Angela, su fecha de cumplea�os es verdaderamente irrelevante, pues cada d�a que la tenemos con nosotros es un regalo de Dios. �Qu� m�s puede pedirle uno a la vida? Ciento dos a�os vividos a plenitud, con una salud inmejorable, una mente clara y rodeada de gente que te quiere, es un sue�o hecho realidad.
Para el cumplea�os n�mero 100 de t�a Angela le hicimos una misa en la capillita de F�tima a la que asisti� solo la familia. El padre Marco en su homil�a nos dio un rega�ito, pues dijo que una celebraci�n tan importante como esa la deb�amos haber compartido con todos y que sus 100 a�os merec�an una misa en la iglesia con el resto de los feligreses. Sus palabras a�n me andan revoloteando en la mente y creo que ten�a raz�n, fuimos un poco ego�stas al querer tenerla solo para nosotros. Buena lecci�n la que aprendimos ayer: t�a Angela es una persona importante no solo para nosotros, sino tambi�n para la comunidad de El Santuario. Nunca fue una parroquiana alborotosa, no recuerdo que leyera ni que participara del coro, pero el fervor con que segu�a la misa a diario obviamente fue un ejemplo para muchos.
A veces somos dados a pensar que para salvarnos tenemos que cruzar obst�culos monumentales y cumplir con misiones comparables a la Guerra del Golfo, pero cuando veo a t�a Angela, comprendo que Dios solo nos pide una cosa para reservarnos un lugarcito en su casa: que lo querramos mucho todos los d�as de nuestra vida.
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