Publicado el viernes 23 de enero de 2004 - Edici�n No. 729 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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DE LA DIRECCION

Partimos de la capital hacia Chiriqu� guiados por el personal de Unicef y Casa Esperanza, para sumergirnos en una realidad muy lejana a la nuestra, refrigerada en una oficina. Era sospechable la pobreza extrema de los ind�genas de la regi�n, de ella se habla mucho, pero �realmente la creemos o la sentimos m�nimamente cercana? De seguro, al ind�gena gnobe que cosecha caf� lo sentimos lejano y lo est�, pero no por ello es olvidado. Si algo descubrimos adem�s de desnutrici�n y falta de educaci�n, es el esfuerzo invisible de muchos por mejorar la calidad de vida de esta poblaci�n.

Conocimos due�os de cafetales que ense�aban a ahorrar a sus empleados y les construyen escuelas a sus hijos. Descubrimos enfermeras que le explican a la mujer gnobe analfabeta c�mo identificar la carpeta de vacuna de cada uno de sus ni�os. Encontramos maestras que voluntariamente se mudan por tres meses a las monta�as fronterizas con Costa Rica para impartir clases a los hijos de los cosechadores.

Anduvimos con un Roderick Castillo que, subiendo y bajando monta�as, da peque�os pasos que se convierten en grandes haza�as para cambiar mentalidades. Y conversamos con familias ind�genas que luchan por subsistir, y a�n en medio de su miseria, nos recibieron con una sonrisa. Es una �cosecha tard�a�, pero es cosecha.