La raz�n correcta
Esther M. Arjona
All� estaba yo, totalmente estupefacta, a Dios gracias sentada, pues de haber estado de pie tal vez me hubieran fallado las piernas. Ten�a en ese entonces 22 a�os de edad, un diploma nuevecito, iniciaba mi carrera laboral y mi pretendiente, al poco tiempo de reanudar relaciones, me hablaba de matrimonio.
Paso a detallar. Estaba estupefacta no de la emoci�n, sino del desconcierto. No me cab�a en la cabeza que este hombre, de buenas a primeras, como quien te invita a cenar �sin medir repercusiones� hablara de establecer una familia.
Tal vez a estas alturas todav�a no comprendan el porqu� de mi actitud. Si bien nos conoc�amos desde hac�a ya varios a�os, nunca llevamos un noviazgo formal, reci�n est�bamos poniendo orden a aquello cuando viene �ste a hacer semejante sugerencia. Solo me bast� mirar alrededor para darme cuenta de lo que ocurr�a: est�bamos en una barbacoa que ofrec�a uno de sus amigos y el grupo completo se compon�a de parejas casadas, unos con m�s tiempo que otros. �l era el �nico soltero del grupo.
Comprender�n que aquello no dur� mucho. Ibamos a distintas revoluciones y aunque ten�amos cosas en com�n, no llegamos a un acuerdo.
Creo que esa propuesta descabellada me dej� pensando qu� significa el matrimonio y para m� era y sigue siendo un tema de cuidado, no es algo que hay que hacer porque los dem�s ya lo hicieron.
Ha pasado ya algo de tiempo y he de admitir que la propuesta que acabo de describir no ha sido la �nica que he recibido. Algunas dir�n, �qu� tonta, �por qu� no aprovechaste?�. Esto me lleva al t�tulo de esta nota, La raz�n correcta.
No soy experta en matrimonios, de hecho, nunca he estado casada, pero mi sentido com�n me ha dictado una norma que he tratado de aplicar en varios aspectos de mi vida. �Si vas a hacer algo, hazlo por la raz�n correcta�. Por otra parte, aunque dicen que uno no aprende por cabeza ajena, he sido testigo de malas decisiones a mi alrededor.
Veamos algunos ejemplos: Lidia, profesional graduada en el extranjero, se enamor� de un muchacho humilde. El era muy trabajador y ten�a un negocio propio, pero sus estilos de vida eran totalmente diferentes. �Eso no importa, nos acoplaremos�, pens� Lidia. Adem�s, aunque apenas pasaba de los 25 a�os ella sent�a que el tren estaba por partir de la estaci�n y esta era su oportunidad. Lo �nico cierto es que esas diferencias fueron haci�ndose cada vez m�s grandes, hasta que se cre� un abismo entre ellos.
Irene llevaba cuatro meses de tormentosa relaci�n con su novio. M�s era el tiempo que estaban de pelea que en buenos t�rminos. La �ltima discusi�n que tuvieron le dio fin a la relaci�n. Ella hab�a decidido no soportar m�s malos genios e irresponsabilidades, pero unos d�as despu�s se enter� de su embarazo. La boda se celebr� �por el bien de los tres� y con la esperanza de que la llegada de un hijo har�a cambiar los malos h�bitos de su reci�n estrenado esposo. �Adivinen qu� pas�? Est� claro, �l jam�s cambi�.
Lorena tuvo mucho m�s tiempo para pensar qu� iba a hacer. Luego de ocho a�os de noviazgo y con un poco de presi�n por parte de ella, finalmente se fij� la fecha. �Imag�nense, perder ocho a�os para �quedar en nada?�, dijo Lorena en una ocasi�n. Lamentablemente, el matrimonio dur� mucho menos que el noviazgo.
Si con todas las bendiciones y haci�ndolo por las mejores razones algunos matrimonios no sobreviven duras pruebas, �por qu� lo habr�an de hacer aquellos que est�n fundamentados en razones tontas o ego�stas? Por eso hay que hacer las cosas por las razones correctas. Esta norma me ha librado de varios matrimonios y estoy segura de que de igual cantidad de divorcios, pero no significa que cuando las condiciones sean propicias y valga la pena tomar el riesgo, no est� dispuesta a responder �s�, acepto�.
|