De compras... con ellos
Ileana P�rez Burgos
Padezco cada vez que salgo de compras con un hombre, no por mi, sino por �l. S�, por experiencia, que no nos tienen paciencia, y sobre todo a mi que soy tan indecisa. No los culpo; yo tambi�n estar�a molesta si me viera forzada a hacer algo que no disfruto y que encima har�a con mayor eficacia en menos tiempo. Pero lo siento, soy mujer, y estoy predispuesta a disfrutar del placer de comprar.
Hay un no s� qu� fascinante en el acto de comprar, ni qu� decir del opresivo est�mulo que nos dan los anuncios publicitarios. As� que aunque me he declarado y me han llamado, �dura� en m�s de una ocasi�n y no llego a comprar ni un tercio de lo que deseo, s� soy consciente de que cuando entro a un mall, una alarma de emergencia suena dentro de mi y se me encienden las orejas de expectativa. Me entra el complejo de la cucarachita Mandinga ��en qu� me lo gasto?�. Gracias a Dios, por estos d�as, lejos de mis diecitantos a�os, he comprendido que la tarjeta de cr�dito no lo aguanta todo y que es como los cr�menes, �lo que gastes, haz de pagar�.
Todo esto para confesarles que soy d�bil en el departamento de compras, como muchas mujeres, y como de eso no hago alarde, pues tampoco invito a hombres a compartir el crimen conmigo. Pero uno propone y Dios dispone... pues yo no ten�a planeado hacer compras en Chile ni torturar a un noble caballero, que para colmo acababa de conocer. Despu�s de tres d�as de recorrer vi�edos cerca de Santiago, ten�a un d�a libre. �Aprovechar� para comprar�. Ten�a un encargo muy especial de mi mam�: zapatos; y adem�s quer�a meterme a curiosear en una librer�a porque para el resto de los caprichos no hab�a dinero ni tiempo.
Ese mismo d�a estaba citada para conocer a Francisco Javier, el ortondoncista de una amiga, que por pura casualidad se encontraba en Santiago al mismo tiempo que yo. El rendez-vous lo hicimos en el �rea de restaurantes del centro comercial Parque Arauco, tama�o error por las tentaciones que se ocultaban dentro, pero fue �l quien sugiri� el lugar. Encima, el pobre me dice que est� libre y que pod�amos hacer lo que yo quisiera. Le tom� la palabra, por supuesto.
Pero no soy perversa, primero cumplimos los caprichos de �l. La primera compra fue una divina chaqueta de cuero que �l andaba buscando desde hac�a rato. Paramos en una tienda, se midi� dos estilos y en 15 minutos hab�a terminado todo. Cuando lleg� mi turno, yo estaba sentada en la banquita acolchonada de la zapater�a con siete cajas abiertas frente a mi, un pie calzado y el otro no, y se�alando la vidriera le ped�a al dependiente �me trae aquel tambi�n en 8, por favor�. Francisco no pod�a entender porqu� ten�a que probarme tantos zapatos, si solo iba a llevar tres �y solo llev� tres�. En la librer�a me salv� por un pelo de rana calva, pues �l se tropez� con dos viejos amigos de la universidad que le hicieron el rato agradable mientras yo miraba de estante en estante.
De all� nos fuimos a un mercado de artesan�as a comprar �los regalitos�, y entre vueltas y vueltas al pobre ya se le comenzaba a notar el cansancio. El nada dec�a y me segu�a de tienda en tienda a ver lo que se me antojara y hasta me compr� una botella de agua para refrescarme.
Yo pensaba angustiada �as� de seguro se espanta un hombre�, y apenad�sima, me la pas� pidi�ndole excusas. Y por lo m�s sagrado, intent� llevar la velocidad de Speedy Gonz�lez al escoger los regalos, pero sab�a que a�n as� para cualquier hombre aquello era un plomo. El repet�a �te dije que hoy hac�amos lo que t� quisieras�. �Wao!
Al final, cuando ya los dedos se nos pon�an rojos del peso de las bolsas y hab�amos entrado en confianza, Francisco se atrevi� a confesarme �has logrado lo que ni mi madre, porque a mi no me gusta ir de compras�. �Upsy daisies!, tragu� en seco. �Le hab�a echado a perder su d�a? Pero lo dijo en un tono tan amable y sorprendido de haber aguantado, que agradec� su sinceridad y su paciencia.
S�, termin� torturando a un hombre, sin querer queriendo, pero tambi�n comprend� que esa prueba de paciencia de acompa�arla a una de compras, sin quejas ni reproches, debe estar all� entre los top ten de los �Actos capitales de caballerosidad y magn�nimas pruebas de amor�. Por favor, chicas, no lo pasen por alto.
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