Publicado el viernes 29 de junio de 2007 - Edici�n No. 901 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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Los mete-pata
Julieta de Diego de Fábrega

¿Cómo se escribirá esa palabra? Quién sabe, pero es muy divertida. Uno puede usarla como adjetivo o sustantivo y todos conocemos a un mete-pata o hemos hecho en alguna ocasión una metida de pata. Me imagino que hasta podríamos escribirlo sin guión.

Hay mete-patas natos, auténticos, reincidentes cuya vida es una cadena interminable de tortas existenciales y hay otros que son simplemente ocasionales. Hay algunos que ni siquiera se dan cuenta de cuando están metiendo la pata y frente al pellizco o patadita de otro de los presentes, preguntan a toda boca ‘por qué me estás pellizcando’, haciendo así que quienes, por distraídos, no habían captado lo que estaba pasando, se enteren con pelos y señales.

Lo interesante de todo esto es que quien sufre no es quien mete la pata, sino quien vive el momento con él. A fin de cuentas, si se dieran cuenta, no lo harían. A los mete-pata chiquitos solemos perdonarlos y a esta acción la catalogamos como inocencia infantil. ¡Uy! Pero a los grandes los queremos matar.

Así como hay diferentes tipos de mete-patas también hay muchas clases de metidas de pata. Divulgar un secreto o una información confidencial ante el grupo para el cual era confidencial es una de las más peligrosas. Hablar mal de alguien que se viene acercando por la espalda y escucha toda la retahíla de críticas es una de las más comunes, y por supuesto que también están aquellas más pequeñas, como no reconocer a una persona que nos han presentado setenta veces y aceptarlo frente a ella.

Las metidas de pata constituyen una de las principales causas de la pena-ajena, que definida en lenguaje común no es más que el deseo irreprimible de convertirse en estatua de sal cuando alguien que uno conoce mete el patón. Como ya hemos dicho que quien realiza la acción está totalmente ajeno a las consecuencias de la misma, le corresponde a las personas que están presentes sonrojarse, pedir disculpas y, de ser posible, huir lo más pronto posible.

Así como los niños meten la pata con total inocencia y desconocimiento de causa, las personas mayores hacen lo mismo. A ellas también las perdonamos pues existe el acuerdo generalizado de que ya se han ganado el derecho a decir exactamente lo que se les antoje.

Estas personas pueden preguntarle a un nieto por qué su novia siempre anda despelucada, pueden probar un alimento y decir a boca de jarro que está saladísimo y despotricar sobre las ‘maldades’ de la sal para el organismo sin que el anfitrión o cocinero tenga ni siquiera derecho a ofenderse. Pueden también colarse descaradamente en una fila o quedarse sin dinero a la hora de pagar la cuenta en un almacén y pedir que le vayan restando artículos uno a uno, mientras la fila detrás de ellos va en aumento.

Entre los más conocidos están los mete-pata sordos, que son aquellos que, a pesar de tener su órgano auditivo en perfecto estado, no escuchan claramente lo que se dice en voz baja. Claro, es porque uno de los requisitos indispensables para ser mete-pata es ser distraído. Los ‘sordos’, entonces, suelen repetir en voz más alta de lo que se puede considerar cómodo el comentario que originalmente uno no quería que nadie más escuchara.

Pero como todo en la vida, las metidas de pata tienen su gracia. Por ejemplo, son anécdota obligada en reuniones familiares y/o de compañeros de salón y viejos amigos. Si ha transcurrido suficiente tiempo desde su origen, generalmente los presentes pueden reírse sin que nadie se ofenda y estas ocasiones también son propicias para que los afectados reclamen cariñosamente la pena que les hicieron pasar.

Pero, ojo, nunca debe entrarse en la discusión de una metida de pata mientras esté fresca en la memoria, pues puede ocasionar rupturas permanentes entre compañeros. Para prevenirlas, hay que ser un poco adivino y amenazar a los mete-pata de muerte si tocan tal o cual tema en un evento. Y a veces, ni así los podemos controlar. Otra opción es rezar mucho cuando se sale con ellos.


 
 
 
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