Publicado el viernes 29 de junio de 2007 - Edici�n No. 901 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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BUZON DE ELLAS

Retroalimentación

Felicidades por su revista, la cual leo cuando puedo. Referente a la edición del 15 de junio de 2007, varios comentarios positivos:

1. Me pareció excelente el homenaje escrito que se le rinde al Dr. Alejandro Cantón, creo que es un ejemplo a seguir por nosotros los jóvenes del mundo.

2. Con la nota ‘Después se hace más difícil’, de Ileana Pérez Burgos, estoy de acuerdo totalmente, es una realidad que a la mujer después de los 40 años, pienso yo, le es más difícil el mundo laboral.

Mas no me queda claro cuando relata posiciones que ‘requieren destreza física’, queda como ambiguo a mi concepto, porque primero afirma que ‘el problema se pronuncia más’, luego ‘No se ve este problema en médicos, maestros, profesores, enfermeras’.

Pienso, por ser médico, que los profesionales de la salud y educación que dependen de sus destrezas físicas, adquieren con la edad mayor experticia en sus labores, siendo claro y resumiendo: el médico o enfermera entre más años tiene o más experiencia tiene, más calificación tiene y más autoridad para realizar un procedimiento con mayor probabilidad de éxito. Por lo tanto, una enfermera o doctora de 45 años está en plena madurez o inicia una década de plenitud de la cual no goza la gente joven o la gente ya en su cenit, digamos quemayor de 70 años. En este aspecto especial, igual que en el sector educativo, pienso que la gente de más experiencia, incluyendo las mujeres, deberían tener más oportunidad de obtener un empleo.

3. Sobre el artículo ‘Quisiera que fuera un sueño’, de Nubia Aparicio: lindo relato de una historia real de la que cualquiera podrá sacar un mensaje y enseñanza, la vida es efímera y no se sabe cuándo termina y da un ejemplo de solidaridad en Virginia Tech, solidaridad que quizá no se hubiera fortalecido sin que ocurriera una tragedia.

4. ‘Anoche soñé con él’, de Julieta de Diego de Fábrega: Me gusta mucho su columna y estilo personal de redacción, muy sincero, original y espontáneo, escribe como habla, más que un texto, se siente como una conversación.

A cada generación pienso hay que entenderla dentro de su momento, época y contexto.

Saludos y éxitos,
Dr. Roy E. Rodríguez Reyez


A pasajeros de bus

Al subirme a un bus, si logro encontrar puesto, me encuentro con otro problema: Mi compañero o compañera de asiento. Es en el bus donde constantemente veo emerger ‘el egoísmo’ . Cada mañana es diferente. Si me siento en un puesto de tres pasajeros, luego alguien se sienta a mi lado y se me pega sin haber otro usuario que demande puesto. Entonces, sin razón alguna, voy apretada por el recién llegado, y él o ella va a sus anchas, con piernas separadas y todo; y hasta ponen cara de contrariados cuando uno trata de hacerle entender con un empujoncito ‘hazte un poco para allá’, para que respete mi espacio, que vale 25 centavos como el de todos. Acto seguido, otro usuario por voluntad propia o por petición del conductor, pide permiso para sentarse; entonces la situación se torna tensa; todos quedamos a la defensiva: uno tomando su justo espacio y los otros viendo cómo aprietan al otro para ir bien cómodos. El que va sentado en el medio, generalmente aparta sus piernas, apretujándome contra la ventana.

Algunas pocas veces el recién llegado no lucha y va sentado en medio glúteo y la otra mitad va suspendida en el espacio del pasillo, mientras va haciendo fuerzas para no caer. Esto reduce el espacio que tienen en el pasillo los demás para salir o ir parados, aunque para salir, pasan de frente y no de lado para no golpear, ¡qué buena gente son los panameños! Otras veces el tercer ocupante es más beligerante, dice algunas sandeces y se tira en el asiento a lo ‘mili’, obligando al que está mal sentado y al que no, a sentarse bien. Esto sucede más cuando los dos primeros son delgados y el tercero fornido u obeso.

Si se les cobrara centavos adicionales a los que toman más de su puesto, tendrían que respetar el espacio de los demás. A mí me enseñaron que no debía de rozar a nadie, ni nadie me debía rozar a mí cuando compartiera un puesto, porque se prestaba a una falta de respeto, y es así. Usted puede ver a madres y padres que van con sus hijos pequeños y hasta me ponen la mano en el muslo para acomodarse; los niños le ensucian la ropa a uno con sus zapatitos o ponen sus manitas al lado de mis glúteos y los padres ven esto y bien gracias y usted. Hay que enseñarles a los chiquillos a viajar en bus, sentados y parados.

Judith Torres


 
 
 
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