Publicado el viernes 18 de mayo de 2007 - Edici�n No. 896 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
Secciones  
Sólo para ellas
Sólo para ellos
Ventana abierta
Por la sombrita
Esta semana
Conversación
Finanzas
Belleza
Salud
Lista de Ellas
Diario de mamá
Moda
Evento
De la cocina
Horóscopo
Ediciones anteriores
Suplementos  
Martes Financiero
Pulso de la Nación
Recetario
AprendoWeb
POR LA SOMBRITA
Los roba matas

Hay un delito donde las manos no se le manchan a uno de sangre, sino de tierra, y el castigo son picaduras de hormigas.

Roxana Muñoz

Tuve una profesora de español que adoraba con locura las plantas; tanto, que una vez llegó a ofrecer su anillo de bodas a cambio de una. Ella nos contó que ese día había comprado varias matas a una señora que las traía a la ciudad cada 15 días, y cuando ya se iba a casa con su botín verde vio aquella hermosura en un pote.

No tenía más dinero, pero le preguntó a la vendedora si le aceptaba el aro de matrimonio por mientras y luego le traía la plata. No imagino la cara que habrá puesto la vendedora al escuchar tal propuesta, ni recuerdo si el esposo de mi profesora supo de semejante desprendimiento. Lo que sí es que aquella mujer en ese momento pasó a otro nivel (de locura o santidad) entre los amantes de las plantas.

Esta es una pasión que muchos viven más moderadamente que mi profesora. En cualquier barriada es fácil reconocer a las personas que gustan de las plantas, pues sus hogares están cubiertos de follaje. Son jardines con casas.

La jardinería es de esas cosas que no me atraen. Por ahora. El gusto por las hojas y las flores lo llevo en la sangre, así que probablemente pronto –de aquí a unos 15 años, que verán se pasan volando– me dará por querer sembrar y también robar matas. Sí, leyeron bien: robar.

Me atrevo a decir que la mayoría de los aficionados a las plantas en algún momento se tropiezan con una plantita y deciden que tienen que llevársela para su casa; si pueden piden permiso al dueño, y si no. . . la roban.

La mayoría arranca un piecito para sembrar. Algunos tienen tanta fe que traen flores de Boquete o de El Valle para hacerlas crecer en el calor de la ciudad, lo que casi nunca ocurre.

Recuerdo una excursión que hice hace unos años a un parque protegido. Al regreso casi todas las señoras escondían una plantita. Y pensar que eso fue lo primero que nos dijeron, que estaba prohibido llevárselas. Por el bien de ese parque y del país, espero que tengan una foto de todas aquellas depredadoras que iban conmigo y les nieguen la entrada la próxima vez.

Cuando era adolescente no aguantaba la vergüenza cada vez que a alguna de mis acompañantes –señoras mayores–, le daba por andar asaltando patios de vecinos, parques y otros sitios públicos.

He visto robar chavelitas, begonias, novios, sábila y una vez estuve presente en un intento por llevarse las flores del monumento a Balboa. En algunos casos las plantas se salvaron del ultraje gracias a la defensa de las hormigas.

Quien a hierro mata, a hierro muere, y en mi casa llegaron a robarse con todo y pote una hermosa millonaria, esa que tiene en sus hojas manchitas blancas, que según los cabalosos contienen los números de la lotería. Fue una pérdida muy sentida en casa.

El amor por las plantas en mi familia es tal, que mamá una vez rescató una mata de un basurero. No fue sino hasta que la planta se puso bonita que nos confesó que la había sacado prácticamente de un tinaco.

Pero eso es nada. Una vez sorprendí a dos señoras –esas no eran de mi familia– llevándose unas plantas de un cementerio, dizque porque hace rato andaban tras de ella y no la habían podido conseguir en otro lado. La verdad, esas sí estaban bonitas.


 
 
 
Corporación La Prensa - Todos los Derechos Reservados 2007