Publicado el viernes 1 de diciembre de 2006 - Edici�n No. 874 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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EL PERSONAJE
Un coleccionista nada común

Después de más de 20 años coleccionando objetos del Canal, Ricardo Gago decide donar la mayoría de ellos al Museo del Canal Interoceánico para compartirlos con los panameños.

Ileana Pérez Burgos

En vísperas de diciembre, sería lógico que Ricardo Gago estuviese concentrado en la Navidad, después de todo es el gerente de las Aldeas Navideñas Gago, además de dirigir Hermanos Gago. Pero este año, ha estado concentrado en un tema muy distinto, el Canal.

Este empresario ha donado al Museo del Canal Interoceánico 548 piezas de su colección privada de objetos relacionados al Canal, y la cantidad de artículos donados va en aumento. Cuando nos sentamos a conversar con él en la sala de su casa, un día antes de la inauguración de la exhibición ‘Visión de un coleccionista del siglo XXI’ que celebra esta donación, Ricardo acababa de entregar al museo ocho piezas más.

Cuatro días después lo volvimos a encontrar en la sala de exhibición, había llegado a entregarle otra pieza a la directora del museo, Ángeles Ramos Baquero, se trataba del Official Handbook of 1915 del Canal.

‘No es que Ricardo cogió un poco de cosas viejas y nos las dio’, aclara Ramos, quien es también la curadora de la exhibición. ‘Son documentos de primera categoría, son piezas que si las fuera a comprar no las podría adquirir porque son muy difíciles de conseguir’.

Explica que aún no saben cuánto vale la colección pues no han hecho el estimado. ‘Lo vamos a tener que hacer para efectos de los seguros, pero hay cosas que cuestan más de lo que valen. Lo que cuesta reunirla, lo que cuesta conseguirla, hay cosas que ha comprado en Nueva York, en viajes a Europa, en subastas, que ha pujado por ellas’.

El personal del museo, desde la coordinadora de desarrollo Linneth Suira, hasta la directora, repiten que esto es como una Navidad adelantada pese a que la entrega de las primeras piezas se hizo en junio.

‘La persona generosa como él no es la que da lo que le sobra, sino la que da lo que tiene’, insiste una y otra vez Ramos Baquero sobre Ricardo Gago. ‘Yo no lo podía creer, sobre todo en este mundo que nos convierte en cínicos, encontrar una persona exenta de sentimientos ocultos o propósitos ulteriores. . . ’.

El hogar del busca tesoros

Por fuera, la casa del coleccionista evoca al Mediterráneo por sus paredes blancas y sus verjas azules; en la puerta hay un escudo que regalara Juan Domingo Perón al embajador de Panamá en Argentina entonces y sobre la puerta dos conchas de Santiago de Compostela. Adentro, las paredes están tapizadas por tesoros que pasaron inadvertidos para los ojos de muchos, pero a los que Ricardo permitió convertirse en sus compañeros de casa, y tras cada uno de ellos hay una historia más fascinante que la anterior.

Los objetos del Canal ocupaban una habitación completa, que ahora se ha convertido en un estudio al quedar casi vacía. Al museo ha donado desde un megáfono del Balboa High School, hasta planos originales de los franceses de esclusas nunca construidas.

Gago dice que no puede decir con precisión ni cuándo comenzó a coleccionar estos objetos ni cuál fue el primero, pero tiene la idea de que fue hace unos 25 años y que el primero lo descubrió en un recorrido con su papá por la planta de Estrella Azul cuando aún tenían la cadena de supermercados Gago.

‘Fue un litro de leche de la antigua Zona del Canal. En esa época la leche era producida y envasada en Panamá, pero supervisada por los doctores del Gobierno norteamericano desde el mismo campo. En la visita a la planta, vi las cajas como tiradas, ya habían dejado de producir la leche. Me regalaron varias. Me quedé con una y las otras las fui regalando’, cuenta.

Esa cajita reposa en un nicho del museo. Los únicos objetos que no donó fueron los que el museo ya tenía y una cruz del cementerio francés pues el museo no exhibe objetos de camposantos.

Gago ha estado relacionado con el museo desde sus inicios, pues prestó piezas para su primera exhibición, y desde entonces siempre les colaboró, fuera donando dinero para un catálogo, ofreciendo una recepción a visitantes extranjeros o regalándoles el árbol de Navidad.

La directora del museo cuenta que cada vez que Ricardo la invitaba a su casa, él le entregaba una pieza. ‘Siempre me iba con las manos llenas’. Su esposo en broma le decía que por eso ya no los iban a invitar más.

‘Fue un momento de locura. . . ’, bromea Ricardo sobre el instante en que decidió donar las piezas. ‘No, mentira. Un día le dije a la doctora [Ángeles Ramos BaqueroI 'sabrá que le he dado instrucciones a mi abogada de que redacte un testamento para que el día que yo me muera todas las cosas del Canal pasen al museo’.

La directora se enojó y cuenta que le respondió: ‘Nunca quiero recibirlo, espero no vivir yo para ver ese día' y me puse muy triste. Le dije: 'Usted es una persona solidaria, extraordinaria y Panamá no puede perder gente como usted y yo no puedo perder un amigo de esa categoría y naturaleza. Así que nunca lo quiero recibir' y me fui por allí, brava’.

El coleccionista se fue de viaje a Europa y a su regreso decidió entregar los objetos ¡ya!

Ramos explica que esta donación es fuera de lo común para un museo. Uno, es muy raro recibir una donación de un coleccionista en vida, y dos, los coleccionistas por lo general donan las piezas con condiciones, como que solo se exhiban ciertos días o que la colección se mantenga junta. No obstante, Gago pedía que no se dijera su nombre y que las piezas pasaran a la exhibición permanente del museo.

‘Ricardo es un coleccionista atípico, sobre todo porque una de las cosas que impulsa al coleccionista es amasar esa colección pero la quiere para sí, no para mostrarlo ni para compartirla’, comenta. Ante el anuncio de la donación, pasó de la incredulidad al llanto ‘a lágrima viva porque yo soy lágrima fácil, todos aquí lloramos. . . ’, cuenta.

En agradecimiento, el equipo del museo preparó un video que llamó ‘colección de corazones’, donde entrevistaron a los amigos y familiares de Gago y que se proyectó como una sorpresa para el coleccionista el día de la exhibición. Además, la exhibición, que durará hasta el 7 de enero, es un tributo al estilo del coleccionista, pues todo lleva el terciopelo rojo y los marcos dorados en que él guardaba las piezas, incluso se transportó al museo un rincón completo de la casa de Ricardo, con las sillas colgando del techo y todo.

‘Lo ha reunido porque el tema es Panamá y porque él tiene fe ciega en el futuro de esta tierra. . . El que dona a un museo cree en el futuro, porque está donando algo no para ahora, sino para las próximas generaciones’, dice Ramos Baquero.

Detrás de cada pieza, una historia

Cuando consiguió el tolete de la policía de la Zona del Canal, Ricardo decidió que también debía tener una foto de un guardia, pues ya se habían firmado los tratados Torrijos-Carter y era evidente que estos serían parte de la historia, así que había que registrar el momento. Salió con su cámara, confiesa que asustado, y para su suerte venía caminando una ronda de un policía panameño y uno estadounidense, y apretó el botón de la cámara.

‘Es la visión de ver un poquito más allá de las cosas. . . ’, explica Gago.

Considera que su espíritu recolector le viene de sus padres. A la entrada de la exhibición está la historia del primer objeto que guardó, lo encontró en su primera visita al pueblo de su madre en España.

‘Encontré un candil que había tirado porque ya no servía. Ese objeto me pareció maravilloso y le pedí a mi madre permiso para llevármelo a mi regreso a Panamá’, dice el escrito que anuncia la exhibición y el candil cuelga junto a él.

‘Mis padres fueron los que me dieron los genes [de coleccionistaI, porque hay cosas muy curiosas, por ejemplo, mi padre cuando vino a Panamá en los años 50 en el avión de Panamerican que lo traía de Barcelona a Nueva York, le dio por coger una postal del avión y cuándo llegó a Panamá escribió en la parte de atrás cuándo salió de su casa, cuando llegó a Barcelona, cuándo llegó a Nueva York, con fecha, hora y todo’.

Cuenta que los coleccionistas deben disimular su pasión al momento de comprar. ‘No debes mostrar interés porque inmediatamente te suben los precios’, pero al adquirir la Constitución de Panamá de 1904 aprobada en el Senado de Estados Unidos en una subasta, le fue imposible disimular. ‘Paleta venía para arriba y paleta venía para abajo, y la compré porque de verdad considero que era un ¡wao! grande y no me arrepiento de dárselo al museo’.

Ramos Baquero explica que esta pieza es particularmente especial porque no se tenía conocimiento de que la Constitución panameña hubiese sido aprobada en el Senado de ese país.

Una vez encontró una latita que decía Panamá y que en el interior tenía dibujados una tachuela, un clip y una liga. Tomó el nombre del fabricante y se fue hasta sus oficinas en Nueva York para averiguar para qué se usaba. Era el envase de un rollo de máquina de escribir que una vez sacada la cinta se usaban para guardar ‘checheritos’.

Gago entrega esto al Museo del Canal para que ‘el panameño aprecie, observe y aprenda lo costoso que ha sido construir el Canal, del bien que tenemos para que lo cuidemos, lo respetemos, y lo amemos’.


 
 
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