De todo un poco
Ileana Pérez Burgos
¿Y mis juguetes? Roberto me hizo una petición: parar en una tienda a abonar un juguete. Era 12 de noviembre, más de un mes antes de la Navidad. Nada podía ser más raro, pues él no tiene hijos, pero sí un ahijado que le había hecho pedidos específicos como ‘la computadora de los Power Rangers’.
Así que, siguiendo el consejo del comercial de ‘la muñeca que pasea’, él estaba abonando el juguete con ‘bastante’ anticipación. No era ni fin de noviembre y solo quedaban cinco computadoras, ni qué decir que ya no había el otro pedido que era un arco de fútbol que grita ¡Gol! cuando entra la pelota. Lo encontró una semana después en La Central y enseguida fue comprado, pues de los 80 que llegaron solo quedaban cuatro. ¡Wao! Yo, que no sé nada de atender pedidos de niños, quedé impresionada de lo rápido que vuelan los juguetes y lo temprano que los niños hacen sus cartitas.
Yo mataría por seguir escribiendo cartitas al Niño Dios. Eso era de lo más pretty. Mi mamá nos llevaba a la juguetería a finales de noviembre y nos saltaba con un papelito en la mano y una pluma (usualmente yo apuntaba porque como soy la mayor era la que sabía escribir bien). Lo raro es que nos pedía anotar en la cartita ‘el precio’. Accedía sin problemas, pero le pregunté ‘¿por qué hay que apuntar cuánto cuesta?’. Total, a Niño Dios le salían gratis los juguetes. Ella me respondió, sin titubear, que era para ella saber si ese juguete se le podía regalar a algún primito. Ahhh. . . yo le creí absolutamente.
Está difícil que pueda repetir aquel momento mágico, pero este fin de semana mis papás llegaron de viaje y verlos abrir las maletas fue algo parecido. Había regalos (adelantados) para cada hijo, y ninguno tenía más que el otro, y se aseguraron de cumplir con todos los encargos.
Demos gracias, al Señor. . .
Vic me encargó que trajera maíz, que yo traduje a bollo con queso. Katia estaba en la Arrocha comprando las velas porque había que iluminar el momento. Maru y Samy trajeron vino. En el horno de Vic estaba el pavo bien aromatizado con romero. Sidia llegó al rato, Flor nos hizo falta, pero Lot -el único representante del sexo masculino- llegó como siempre a saborearse nuestros cuentos.
Así nos reunimos para lo que yo quiero llamar la ceremonia con la que comenzamos a esperar la Navidad y despedir el año. Katia la llamó ‘San Gibin’ por la forma en que los panameños pronunciamos la celebración gringa del Thanksgiving, y aunque ninguna lo festeja usualmente, aceptamos gustosas la oportunidad de dar gracias.
En conjunto, a mis amigas ‘flamencas’ (como llamo a las que conocí en la clase de flamenco, pero la verdad hace rato no bailamos) nos ha pasado de todo este año. Se podría decir que ha sido un año horribilis en algunos aspectos, porque han ocurrido fallecimientos de familiares muy cercanos, rupturas de parejas, partida de valiosos compañeros de trabajo, aprietos económicos, susto por enfermedades de familiares. . . pero Vic, la eterna optimista, jamás nos dejaría decir que por eso ha sido un año malo, porque la verdad sumando y restando han pasado montón de cosas bien buenas. Algunas encontramos el amor, otras trabajo nuevo con extras muy pifia o cambiamos de casa, nos hemos puesto más guapas, hemos pasado momentos divertidísimos y viajado a relajantes destinos.
Ha sido un año intenso, difícil a ratos, y por eso mismo estamos concentradas en la Navidad. Ya Flor, Sidia y Katia invitaron a sus ricas celebraciones navideñas para las amigas, y eso es solo el comienzo. Por eso, entre mis momentos más ricos del año cuento estas reuniones de gitanas.
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