Comodidad vs. felicidad
La clave para encontrar es saber d�nde buscar. Por m�s que se invierta tiempo y esfuerzo en la b�squeda, �sta s�lo ser� exitosa si la realizamos en el lugar correcto
Julieta de Diego de F�brega
A menudo converso con gente joven pues es la �nica forma de mantenerme actualizada y entender el mundo en el que tengo que vivir. A veces siento que no es necesariamente el mundo en que me gustar�a vivir, pero �a lo hecho, pecho�.
Durante estas largas deliberaciones me pongo en sus zapatos �un poco puntiagudos para mi gusto�, trato de meterme en sus cabezas �un ejercicio mucho m�s complicado que el primero, porque una vez dentro, me doy unas perdidas fenomenales� y, cuando siento que la varita m�gica est� funcionando, me arriesgo a pedirle que me conduzca a sus corazones.
Muchos de mis interlocutores se est�n acercando a la edad de las decisiones importantes �ellos piensan que ya llegaron, pero yo s� que no es cierto. Esta es la edad en que tienen que escoger el trabajo en el que se van a desempe�ar, la pareja con la que van a vivir el resto de sus vidas, el lugar donde van a vivir con dicha pareja, los hijos que juntos van a procrear y otros detallitos similares.
Al llegar al tema del matrimonio les pregunto a qu� atribuyen ellos el que las parejas j�venes disuelvan contratos matrimoniales con la misma frecuencia y facilidad con que se desatan los zapatos. Es una pregunta dif�cil, lo s�, se las hago de maldad para ver si al sentir el pinchazo despiertan del letargo y empiezan a cuestionar su estilo de vida.
Veo con profundo dolor c�mo se enredan al tratar de contestarme porque la mayor�a me habla del edificio que piensa construir, pero pocos mencionan las fundaciones sobre las cuales lo van a sostener. Las respuestas est�n estructuradas m�s o menos as�: �Yo pienso que... tal o cual cosa�, �yo quisiera��, �a m� me gustar�a��; los escucho mientras espero pacientemente la aparici�n de la palabra favorita de los legisladores, �nosotros�, que en este caso se aplicar�a de maravilla, pero no llega. Todo sucede en primera persona del singular.
De su vida en com�n esperan cosas y la descripci�n de �stas es bien espec�fica. Saben exactamente cu�ntos metros debe tener la casa que van a comprar, en qu� a�o la van a comprar, cu�nto tiempo despu�s la van a remodelar, qu� posici�n estar� ocupando cada uno dentro de la empresa en que trabaja dentro de cinco a�os y dentro de diez tambi�n, cu�ntos viajes har�n al a�o y cada cu�nto tiempo llevar�n a sus hijos �a�n sin nacer� a Disney.
Reviso la lista cuidadosamente y noto que absolutamente todo lo que all� se enumera contribuye a la comodidad, mas no a la felicidad de los futuros c�nyuges. Concluyo entonces, sin mayor dificultad, que la ausencia de alguna de estas cosas en el momento previsto traer� como consecuencia un descalabro mayor en la vida de la pareja porque en su ideario �stas son la felicidad. Y si no fuese por el gran respeto que siento por la Academia de la Lengua habr�a escrito �son� con may�scula y tilde en la o.
�De qui�n es la culpa de este enredo? De los padres que no hemos sabido explicar con claridad la diferencia entre ambos conceptos o de la sociedad que, con sus tentaciones, ha logrado tergiversar los valores que por a�os martillamos en la psique de nuestros hijos. �En qu� momento se cambi� el imaginario? Veo que los muchachos se esfuerzan, veo que realmente se esmeran por alcanzar la felicidad, pero la buscan en el lugar equivocado. Es como ir a F�lix B. Maduro a comprar pl�tanos. Se deslumbra uno con las s�banas reci�n llegadas y las mete en la canasta; se hace dif�cil pasar por las vitrinas de fantas�a sin tomar un collar o por el departamento de hombres sin comprar una billetera. Compramos y compramos porque todo est� bonito, pero llegamos a casa sin pl�tanos y no importa cu�ntas veces vayamos, jam�s los encontraremos.
Igual pasa con la felicidad y la comodidad, jam�s encontraremos la primera en el territorio de la segunda.
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