EL SINDROME DE LA PAGINA EN BLANCO
�C�mo logra uno producir un copetito de tres l�neas cuando ha sido una labor tit�nica escribir las seiscientas cincuenta palabras que llenan esta p�gina? Imposible
Julieta de Diego de F�brega
Muchas veces en los ocho o nueve a�os que llevo escribiendo esta columna me he preguntado cu�ndo llegar� el d�a en que me siente frente a la pantalla en blanco y mi mente se quede patinando sin lograr que salga una sola palabra de mis manos. S�, de mis manos, porque soy medio deschavetada, pero todav�a no le hablo a la m�quina. No porque no existan m�quinas que puedan convertir en texto las palabras, sino porque no me he animado a instalar uno de esos programas en la m�a, ya que estoy segura de que jam�s entender�a la verborrea que podr�a salir de mi boca.
Creo que hoy es ese d�a. He escrito ya cuatro o cinco t�tulos que me parec�an maravillosos y lo hubieran sido, si despu�s de cada uno hubiera logrado escribir al menos una palabra. Hablo de t�tulos, porque todos mis art�culos nacen as�. En mi mente centellea una frase que trae impl�cita una idea y de ella surge el resto. Por supuesto que en ese preciso instante tengo que escribirla en alg�n lado y poner una notita que me recuerde cu�l era el tema que pretend�a desarrollar, pero en esta semana mi vida ha estado tan complicada que todo lo que se me ocurri�, se lo llev� el viento.
Tan s�lo ayer, mientras revisaba unos textos de �A la Mesa� pens� en un tema excelente y por seguir enredada entre cucharaditas de sal y tazas de harina dej� pasar el momento de anotarlo. Ahora, ni aunque me tuerza el cerebro como un trapeador logro extraerlo de mi cabeza.
�Shit happens�, como dicen los gringos. Perd�n por la palabrota, pero es apropiada.
No me queda otro remedio entonces, que contarles c�mo se siente una persona que escribe para vivir cuando se queda vac�a de palabras. En general muy mal. Es una especie de malestar emocional que poco a poco se va apoderando de todo el cuerpo. Mis dedos repiquetean sobre el teclado pidi�ndole que, por favor, cobre vida propia como sucede en las pel�culas de hechicer�a �y empiece a moverse por s� solo�. No sucede. Est� impert�rrito como ri�ndose de m�.
Je, je, me dice: �Este es mi momento de venganza, tanto me has aporreado que me merezco un descanso�.
La impaciencia de mis manos se traslada a mi est�mago que se retuerce como en un c�lico de parto. De esos que uno sabe que regresar�n cada cierto tiempo, cada vez m�s fuertes y que solo terminar�n cuando al chiquillo le d� la gana de salir. �Ser� que me levanto de la silla y me como una galleta? �Ser� que me meto a la regadera para detener esta angustia que va en aumento? �Ser� que me subo al carro y salgo a la calle a ver si el tr�fico logra desviar mi mente hacia otro tema? En otra ocasi�n habr�an sido posibilidades v�lidas, pero con la hora de entrega martill�ndome detr�s de la oreja, deben ser descartadas.
Doy una pasadita por el �word count� para ver cu�nto m�s durar� este sufrimiento y con quinientas siete palabras veo que est� llegando a su fin. Suspiro, me r�o de m� misma al darme cuenta que us� el viejo truquito de escribir cambiar los n�meros por palabras en quinientas siete. S�lo con eso me gan� una adicional. Voy progresando. Pienso que en este momento me gustar�a ser obrero de construcci�n, el trabajo f�sico siempre me ayuda a olvidar las penas y seguramente con el calorcito de nuestra patria se me olvidar�a hasta el significado de la palabra. La frustraci�n es tan grande que preferir�a estar soltando costuras en un vestido negro a las doce de la noche, pero no he cosido �ltimamente as� es que tampoco puedo refugiarme en esa labor.
Tengo que respirar hondo, a lo mejor hay ideas flotando en el ambiente y puedo recogerlas con una gran bocanada. Nada. Se�or, �te suplico que no me pase esto la pr�xima semana! �Listo, termin�!
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