Giselle de la Hoz de Martinez
Al frente de la Fundaci�n Piero Rafael Mart�nez, esta mujer transform� el sufrimiento personal en consuelo y esperanza para el dolor ajeno
Mar�a Mercedes de Corr�
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Giselle de Mart�nez aport� un cap�tulo sobre El Duelo en Panam�, a un libro sobre Tanatolog�a editado por Joe Morgan |
Giselle de la Hoz de Mart�nez vale por lo que es: Una mujer que est� en contacto con sus sentimientos, porque �el proceso de duelo lleva al autoconocimiento�. Una mujer valiente, �capaz de enfrentarse a cualquier situaci�n que le presente la vida�. Una mujer emp�tica, que ha aprendido �a sentir el dolor de los dem�s�. Vale tambi�n por lo que hace: Cuidar de su persona, de su esposo y de sus dos hijos; presidir una ONG que ayuda a las personas que atraviesan por situaciones de duelo, y mantenerse actualizada, leyendo y asistiendo anualmente a conferencias internacionales sobre duelo. Adem�s, Giselle de Mart�nez vale por lo que representa: la posibilidad de amar la vida, a�n despu�s de recibir la herida m�s honda que un ser humano puede soportar.
Giselle perdi� a su hijo Piero cuando el ni�o ten�a 5 a�os y medio, en un accidente con un arma de fuego ocurrido en El Valle de Ant�n el 27 de junio de 1998. En un art�culo publicado en la revista En Exclusiva, del Banco General, ella recuerda que �esa noche llena de nubes oscuras, con llovizna�, mil preguntas saltaron a su mente: ��sufri� antes de morir?, �c�mo enfrentar� la vida sin �l?�.
Tres a�os despu�s, motivada por el deseo de ayudar y por las voces de est�mulo provenientes de personas como el psic�logo Carlos Leiro, pero temerosa ante la idea de asumir compromisos a largo plazo en un momento en que �m�s que nunca� la vida era un reto que hab�a que enfrentar d�a a d�a, Giselle cre� la Fundaci�n Piero Rafel Mart�nez De la Hoz.
La fundaci�n Piero, una ONG especializada en el duelo, vino a llenar un vac�o en nuestra sociedad en materia de manejo de p�rdidas y, con Giselle al frente, se convirti� en ese pedazo de tronco que flota en el oc�ano y del cual se pueden asir las personas que naufragan en el mar infinito y angustiante del dolor o del miedo.
La Fundaci�n tiene un local austero, pero eficiente y accesible, en la Avenida Balboa. All� tienen su espacio los profesionales que atienden en consulta individual; los grupos de apoyo que se re�nen peri�dicamente; el personal administrativo, la peque�a biblioteca y la oficina de la presidenta ad honorem. Giselle de Mart�nez comparte este espacio con sus hijos: Piero Rafael y Paolo, que posan en un �leo que cuelga de la pared, y Leonardo (que naci� despu�s de la muerte de Piero) que aparece en fotos recientes. En medio de ellos, nos recibe Giselle.
Sus palabras fluyen coherentes y serenas; su cuerpo luce saludable, pero su mirada celeste, eternamente h�meda, a ratos parece una ventana de luz y a ratos una herida abierta. Comprendo que su propuesta no consiste en ignorar ni borrar el dolor, sino en �convalidarlo, darle un lugar, porque es parte de la vida y porque nos va a llegar a todos�.
Para qu� negarlo, ella �su historia personal� pone en evidencia la fragilidad de la vida humana. Y eso asusta. Al respecto, ella dice que: �el miedo es, hasta cierto punto, un sentimiento normal. Las experiencias (en este caso dolorosas) de los dem�s pueden ayudarnos a prevenir �no controlar� lo que nos sucede a nosotros o a las personas que queremos. Los errores de los dem�s nos pueden ayudar a hacer una introspecci�n, a hacernos m�s conscientes de la responsabilidad que tenemos frente a la vida y que va desde darle al cuerpo comida sana hasta controlar los impulsos que nos ponen en situaciones de peligro. Hay otros miedos que no son sanos y que hay que inventariar, racionalizar�.
De su propia experiencia con el dolor dice: �Antes de la muerte de Piero, yo era una madre miedosa, una mujer m�s complaciente; soberbia hasta cierto punto; perfeccionista. Hoy�, contin�a, �me miro y veo a una mujer capaz de enfrentarse a todo, una mujer benevolente consigo misma y hacia los dem�s; con un mayor sentido de sus derechos y de los derechos de los dem�s y con mucha capacidad de amar. La Giselle de hoy hace lo que siente, mientras no me perjudique y no perjudique mi hogar, as� sea bailar en la mitad del parque��
�Parad�jicamente, a�ade, soy menos miedosa. Ahora s� que tengo que aprender a ser libre, que mis hijos no son mi extensi�n. Que mi misi�n es ense�arlos a ser ni�os con valores; capaces de enfrentarse a las dificultades y a las alegr�as. Porque yo no puedo protegerlos m�s all� de lo que una madre puede proteger a un hijo��
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