Consejos para Carolina
No es f�cil descifrar los vericuetos de la vida, pero si entendemos uno de sus principios fundamentales todo es m�s f�cil: La vida, amigos, es corta
Julieta de Diego de F�brega
Carolina es mi sobrina mayor, la que me hizo t�a hace 24 a�os y la que me escogi� como su madrina de Confirmaci�n. Siempre he pensado que es un honor enorme este madrinazgo, pues no surge de la imposici�n paterna, sino de la libre elecci�n de cada persona. Para cuando este art�culo salga publicado ya Carolina se habr� casado. Gracias a Dios, con un hombre maravilloso que seguramente pondr� todo su empe�o en hacerla feliz.
Deliber� mucho sobre qu� aconsejar a mi sobrina. Se me hizo dif�cil porque Carolina se parece poco a m� y su esposo se parece poco al m�o. Se me ocurri� que pod�a enumerar las situaciones dif�ciles que se presentar�n en su nueva vida y al lado escribir c�mo se resuelven. Tambi�n descart� esa opci�n, pues con los a�os he aprendido que uno de los derechos inalienables del ser humano es aprender de sus propios errores.
Me voy atr�s, al principio, a los a�os de infancia. Veo a Carolina, la ni�a patuleca y propensa a los accidentes. La que sol�a observar antes de actuar y siempre fue totalmente espont�nea. Carola aparentaba ser d�cil, pero ten�a muy claro en su mente hacia d�nde se dirig�a y por lo general lograba que el resto fuera detr�s de ella. Prueba de este liderazgo ser� la celebraci�n de su boda, un evento que tendr� pocas cosas en com�n con otros similares, excepto quiz�s que habr� m�sica, comida y traguitos.
El d�a que nos reunimos las t�as para hacerle un shower como los de nuestra �poca, en el que cada anfitriona llevaba una cosita para picar y la gente se reun�a en una casa a compartir, le pedimos a las invitadas que llevaran dos recetas, una de cocina y otra para la vida. Palabras m�s, palabras menos, esto fue lo que le dije a Carolina.
Si la vida fuera larga, habr�a tiempo para enojarse por un par de medias fuera del canasto de la ropa sucia, o por un tubo de pasta de dientes que perdi� la esperanza de morir perfectamente enrolladito sobre s� mismo. Podr�amos pasarnos un d�a entero sin decirle a las personas que queremos que las queremos y tendr�amos la certeza de que el favorcito que no les hicimos hoy, se lo podr�amos hacer ma�ana.
Si la vida fuera larga, podr�amos ocupar la mitad del tiempo ganando dinero y la otra mitad gast�ndolo. Ser�a l�gico que acomod�ramos a la gente que nos rodea en los peque�os espacios que esta tarea deja vac�os. Si la vida fuera larga, una podr�a pelearse a muerte con el marido, con los padres, con los hijos o con la suegra. Habr�a tiempo para invertir en tratar de convertirlos en la familia que so�amos, perdiendo as� la oportunidad de amar a la familia que tenemos.
Si la vida fuera larga, sobrar�an los domingos para ocuparlos con tareas de la oficina, los viernes para parrandear con los amigos y podr�amos arriesgarnos a que un extra�o le ense�e a colorear a nuestros hijos. Si la vida fuera larga, un berrinche podr�a prolongarse por un mes aun a costa de la propia tortura de vivir en el silencio insoportable de una lengua sometida a los mandatos del h�gado.
Pero la vida es como es, caprichosa, desordenada, y muy medida con las segundas oportunidades. Quien la conoce, sabe que ante la promesa juguetona de un ma�ana eterno es mejor terminar la tarea hoy. Conoce a tu marido de adentro para afuera y construye con �l un edificio s�lido y perdurable que te de abrigo cuando regrese la soledad de los primeros a�os.
Acepta a tus hijos como son, para que ellos te acepten a ti. No hagas todo por ellos, porque indiscutiblemente tu ayuda los convertir� en in�tiles. Ens��ales a pensar y les estar�s regalando el arma m�s efectiva para sobrevivir.
Y cuando a la vuelta de la esquina seas vieja y te des cuenta de que la vida jur� en vano, no habr� en tu coraz�n arrepentimientos, solo la paz que da el saber que viviste a plenitud, como Dios quiso que vivieras y que fuiste feliz, como Dios quiso que fueras, y que te puedes ir en paz, como Dios quiere que te vayas.
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