Publicado el viernes 16 de abril de 2004 - Edici�n No. 741 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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DIARIO DE MAMA

No hay sistema

Hace escasos 20 a�os las m�quinas eran una herramienta para complementar las funciones que a diario ejecutaba nuestro cerebro. Ahora, parece ser a la inversa

Julieta de Diego de F�brega

En Panam� se va la luz con frecuencia. Eso no es ning�n secreto. No podemos decir que los apagones son cr�nicos como en otros pa�ses donde la gente habla de �prendiones� para indicar los escasos momentos en que la electricidad navega por los cables, pero como nadie nos da cr�dito por el consumo de combustible de las plantas de emergencia ni por los aparatos da�ados gracias a las fluctuaciones de voltaje, nos molestan sobremanera.

Se me antoja, por mera ociosidad, comparar los apagones de hoy en d�a con los de, digamos... hace 25 a�os. Ustedes me dir�n que son exactamente iguales: se derrite todo lo que hay en el congelador, no se puede lavar ropa, queda uno todo quemado con la cera de las velas y as� sucesivamente. Sin embargo, yo opino que hay much�simas diferencias entre un rato de oscuridad de hoy en d�a y uno de hace dos d�cadas.

Para empezar, los ni�os sufren delirium tremens por la ausencia de la televisi�n y de la computadora, algo que a nosotros jam�s nos ocurri�, pues de d�a poco se ve�a televisi�n y las computadoras exist�an solo en Perdidos en el Espacio. Cuando el apag�n era nocturno tampoco implicaba un sufrimiento muy prolongado, pues todos los menores de 14 a�os deb�an acostarse a las 8 de la noche y mientras llegaba ese momento, nos parec�a muy divertido relatar cuentos de miedo.

En los almacenes se pod�a seguir comprando porque las vendedoras sab�an sumar, de forma tal que pod�an confeccionar la factura de venta sin el menor contratiempo. Es m�s, esa era la forma usual de hacerlas, con electricidad o sin ella. Ahora, todo comercio que no tenga planta de emergencia queda paralizado, pues ya si no es con sumadora, nadie suma ni resta. Y multiplicar y dividir, bueno eso ni se intenta, es tiempo perdido.

En la oscuridad pod�amos hablar por tel�fono, ya que los aparatos no depend�an de una central �enchufada a la electricidad� para funcionar. Ahora, como nadie quiere caminar, hemos introducido en los hogares la tecnolog�a que generalmente se reservaba para las oficinas. Conclusi�n: no podemos renegar del apag�n con quienes no vivan bajo el mismo techo.

Por ser lo m�s divertido, he dejado a los bancos para el final. En estas instituciones no es ni siquiera requisito que se vaya la luz para que dejen de funcionar, basta con que se caiga el sistema para que el mundo financiero deje de girar. Suele suceder en s�bados de quincena y a veces pienso que se debe a un sabotaje premeditado de alg�n funcionario engomado que prefiere quedarse tranquilito detr�s del mostrador repitiendo como un Condorito �no hay sistema�, mientras los clientes se van acomodando de uno en uno en las butacas disponibles a esperar que les procesen su transacci�n.

Es innegable que la tecnolog�a nos facilita mucho la vida. Es mucho m�s f�cil cambiar un cheque ahora que las firmas autorizadas aparecen en la misma pantalla que indica si la cuenta tiene o no suficientes fondos, pero �ay! de que el delicado balance que mantiene las computadoras andando se altere.

Hemos eliminado toneladas de papel. Ya los cajeros no necesitan caminar hasta el cajoncito atiborrado de manoseadas tarjetas para ver si el garabato en el cheque corresponde al del due�o de la cuenta ni tienen que llamar a la sucursal donde se abri� la cuenta y donde se custodiaba el ledger que indicaba los centavos que un cuentahabiente pose�a. En ese sentido, hemos avanzado. Pero por otro lado, hemos desarrollado una dependencia tan exagerada en las m�quinas, que el d�a que no funcionan, nosotros tampoco. �Se cay� el sistema� es sin�nimo de �estoy descerebrado�. Es algo extra��simo; ante la ausencia de la muleta, la gente se petrifica.

Quiz�s fue esta misma dependencia la que inspir� a los creadores de la pel�cula The Matrix, en la que la frontera entre los cerebros de las m�quinas y los de los humanos es una amplia zona gris donde las funciones de ambos se entrecruzan. A lo mejor este filme, adem�s de ser una aventura futurista, es un timbre para ayudar a nuestros cerebros a despertar del letargo en que los mantienen estos aparatos que hacen todo por nosotros, hasta pensar.