Publicado el viernes 3 de noviembre de 2006 - Edici�n No. 870 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
Secciones  
Sólo para ellas
Sólo para ellos
Ventana abierta
La vida en fucsia
Esta semana
Conversación
Finanzas
Belleza
Salud
Lista de Ellas
Diario de mamá
Moda
Evento
De la cocina
Horóscopo
Ediciones anteriores
Suplementos  
Martes Financiero
Pulso de la Nación
Recetario
AprendoWeb
DIARIO DE MAMA
Un dulce sin esquinas
Julieta de Diego de Fábrega

A la hora de comer cada quien tiene sus mañas. Hay quienes se rehúsan a comer hojas porque aducen que sólo los conejos se alimentan de dicho manjar, mientras que para otros son los animales con patas los que quedan excluidos de su dieta.

Basta ponerse a observar el comportamiento de los comensales en cualquier evento para concluir que cada uno tiene su pedacito favorito de los platos servidos. En lo que a dulces se refiere, yo prefiero el centro. Sin embargo, si lo que me voy a comer es un pastel de pollo, suelo escoger la esquina pues me encanta la masa que se desborona con un puntito de sal. Ahora bien, si la masa está tiesa y chiclosa, simplemente la elimino.

Y hablando de pollo, tengo la suerte de ser el único miembro de mi familia que favorece las alitas a la hora de escoger una pieza, así es que jamás participo de la lucha titánica por las pechugas en la que se involucra el resto de los personajes de mi casa.

Hace unos días un amigo me comentó que mataba por el volteado de piña. En un viaje encontró un molde para hornear dicho dulce que viene con los espacios marcados para colocar las ruedas de piña. Rápidamente le regaló uno a la persona que le hornea su receta favorita. Recibió el dulce lleno de entusiasmo, pero al degustarlo notó que como el molde era redondo, el dulce no tenía esquinas y esas son sus porciones favoritas del postre en cuestión. Puedo comprender su frustración pues es precisamente en las cuatro esquinas que la cobertura se pone amelcochadita y deliciosa. Es tan fanático de las esquinas que cuando ordena volteado de piña solicita que le hagan dos pequeños en lugar de uno grande para tener ocho esquinas en lugar de cuatro. ¡Qué San Pedro se las bendiga!

Y así como en el caso del dulce sin esquinas sigue la cadena de gustos y disgustos con la comida. Mi hijo, por ejemplo, come cosas como pizza fría de la nevera y pork & beans de la lata. No puedo ni mirarlo, pero lo respeto porque yo armo mis propias mezcolanzas. No soy mucho de salsas, pero me trastornan las vinagretas. Llámese necedad o gusto adquirido, pero me acostumbré a servirme la ensalada junto al arroz con pollo y ahora, cuando no hay verdes para acompañarlo y lo veo en el plato tan solito, le derramo por encima una porción generosa de aceite de oliva y vinagre balsámico para replicar el delicioso sabor de la mezcolanza.

Pero el cuento más divertido de comida que tengo en los anales de mi historia personal es el de los pancakes. Hasta que estuve bien grandecita -por allá por los treinta y pico de años- comí los pancakes con bastante mantequilla y una capita de azúcar por arriba. El solo pensamiento de comerlos bañados con sirope me ponía la piel de gallina. Fue por esos días que me enteré de la razón de esta costumbre tan peculiar.

Cuenta mi mamá que un domingo -cuando toda su prole era menor de 10 años- se hicieron los preparativos para hacer pancakes para todo el batallón, pero nadie verificó si en la despensa había sirope. Mi papá, que siempre tenía una salida ingeniosa para todo, se sentó a la mesa y con mucha prosopopeya procedió a explicarnos cómo se comían estas tortas planas de Norteamérica. ‘A ver’. Ahora que están calientitos úntenles bastante mantequilla y después les ponen azúcar. Todos obedecimos y, por supuesto, quedamos encantados con la receta.

Azúcar también le pongo a las empanaditas de carne pues así me enseñó a comerlas mi abuela y todavía extraño su dip de jamón del diablo y sus sardinas Chica Pica que no faltaban en las picaderas de su casa.

¡Qué divertido es comer y ver a la gente comer! No cabe duda.


 
 
 
Corporación La Prensa - Todos los Derechos Reservados 2005