Acuerdos salvadores: El primero
Creo que cuando uno encuentra una herramienta que ayuda a fomentar el mejoramiento de la sociedad, es nuestro deber compartirla
Julieta de Diego de F�brega
Hace como un a�o le� un libro titulado Los Cuatro Acuerdos escrito por Miguel Ruiz. Este personaje naci� en M�xico y se cri� en una familia que segu�a al pie de la letra las ense�anzas esot�ricas de los toltecas. Su madre es una curandera y su abuelo un nagual o cham�n. Miguel, por su parte, estudi� la carrera tradicional de medicina, pero un terrible accidente automovil�stico lo hizo reevaluar las viejas ense�anzas familiares.
Los Cuatro Acuerdos es un libro sencillo, pero con un mensaje poderoso y desde hace tiempo revolotea en mi cabeza la idea de compartir con ustedes lo que all� encontr�. Como su nombre lo dice, para Miguel Ruiz son cuatro los acuerdos indispensables para alcanzar una vida plena, y aunque nos hemos vuelto bastante duchos en el tema de pactos y acuerdos, generalmente dominamos aquellos que se firman con terceras personas. No vayamos m�s lejos, ahora est� en el tapete el famoso tratado de libre comercio con Estados Unidos de Norte Am�rica.
A pesar de la destreza para negociar que hemos adquirido como sociedad, se nos sigue dificultando generar acuerdos con nosotros mismos. No nos gusta mirar para adentro, as� de sencillo. Y las distracciones de la vida moderna no contribuyen en nada a la introspecci�n. Si usted es uno de esos que prefiere juzgar al mundo en lugar de autoevaluarse ni siga leyendo, porque este texto no es para usted.
B�sicamente lo que Ruiz quiere que entendamos y aceptemos es que nuestro diario comportamiento es producto de acuerdos que formulamos a trav�s de los a�os y que indefectiblemente condicionan nuestra conducta. Si logramos que estos acuerdos sean positivos, pues tendremos en nuestras manos las herramientas necesarias para ser productivos y alcanzar la felicidad plena. De lo contrario, nos sumaremos a la masa de inconformes que deambula por la vida quej�ndose.
El primer acuerdo dice que debemos ser �impecables con la palabra�. Tiene sentido, la palabra es una herramienta poderosa para construir o para destruir. Impecable quiere decir �incapaz de pecar� o �exento de tacha�, o sea que la meta es que nuestra palabra est� libre de pecado primero contra nosotros y por a�adidura contra la sociedad.
Por supuesto que el primer pecado que se nos viene a la mente en relaci�n con la palabra es el bochinche. Esa acci�n de sentarse por horas a destruir a nuestros cong�neres. Sin embargo, para cuando llegamos al bochinche ya hemos hecho da�o �muchas veces sin darnos cuenta� a quienes est�n m�s cerca de nosotros. Por ejemplo, si usted le dice a su hija que el rosado le queda feo solo porque un d�a se puso un vestido de ese color que a usted le pareci� que no le sentaba, es muy probable que ella grabe ese mensaje en su disco duro y lo mantenga all� para el resto de su vida. Le garantizo que no se atrever� jam�s a comprar ni mucho menos a ponerse una prenda de vestir que sea rosada, a menos que, por alg�n accidente, descubra que su afirmaci�n es falsa.
Lo mismo sucede cuando un padre le dice a sus hijos que son brutos, vagos o malos para los deportes. Ruiz va a�n m�s all� en su explicaci�n acerca de lo delicado que es jugar con las palabras, pues afirma que al herir a una tercera persona con nuestras afirmaciones, autom�ticamente generamos animadversi�n hacia nosotros. Conclusi�n, lo malo que decimos de otros regresa.
Tan importante como evitar hablar mal de otros es expresar con claridad nuestros pensamientos. Si queremos transmitir un mensaje hag�moslo de forma directa y clara. No hay que andarse por las ramas ni pretender que los dem�s descifren que fue lo que quisimos decir.
Pero lo m�s importante de todo es usar la palabra positivamente y aprovechar as� toda su fuerza constructiva. Sabemos que lo que nos diferencia de los animales es que tenemos uso de raz�n, entendamos que el veh�culo para expresarlo es la palabra. �O, hay acaso animales que hablan?
Espero que estemos de acuerdo en que la pr�xima vez que vayamos a emitir un comentario que pueda hacerle da�o a usted o un tercero vamos a preguntarnos �Qu� estoy construyendo con esta palabra? Si la respuesta es nada, nos quedaremos callados.
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