Publicado el viernes 24 de noviembre de 2006 - Edici�n No. 873 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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El destino atroz de mi chequera
Julieta de Diego de Fábrega

Las personas ordenadas y meticulosas mantienen, como predicaba mi maestra de kinder, ‘un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar’. Sin embargo, el mundo está lleno de gente como yo -quiero pensar que no estoy sola- para quien las cosas tienen muchos lugares y casi nunca se sabe en cuál de todos se han dejado.

Sucede entonces que nuestra vida suele ser más complicada, pues tenemos que revisar tres cajones antes de encontrar el cuaderno que buscamos o voltear la cartera sobre la cama por lo menos tres veces por semana para dar con el recibo de la lavandería. Es un plomo vivir en un planeta diferente al que habita el orden, pero comprendo que a veces uno trata y trata y no le sale.

Yo tengo mis épocas de uno y de lo otro -o sea de orden y desorden- pero hay una sola cosa que siempre hago de la misma forma y es anotar los temas que se me ocurren en el libro que se supone debe servir para llevar correctamente los saldos de la chequera. Esta metodología ha resultado muy eficaz para mi profesión de escribir, pero desastrosa para mi chequera.

Les cuento. Cuando descubrí que lo único que permanecía inamovible en mi cartera siempre, siempre, siempre era mi chequera, la escogí como libreta de apuntes para mis locas ideas. Traté con otras opciones pero al final siempre terminaban estando en el lugar equivocado cuando las necesitaba. Todo iba muy bien al principio, hasta que las caretas del forro del librito empezaron a albergar otras informaciones.

Por ejemplo, si necesito anotar un número de teléfono en corredera, lo apunto allí, si me dictan una dirección, queda junto al número y así sucesivamente. Entonces qué pasa, el espacio disponible se va agotando rápidamente, mucho más rápido de lo que yo logro procesar la información allí guardada. Hace unos años opté por ir uniendo libritos con grapas, supuestamente, mientras saco la información que guardan, pero eso puede tomar hasta meses, o sea que hoy en día mi chequera está obesa pues carga en su lomo de tres a cuatro libritos juntos.

Además de la información que guardo allí, resulta que la chequera también es muy buena para guardar los comprobantes de depósitos bancarios, los recibos y facturas de compras y otra serie de papelitos largos y delgados -como el estuche de la chequera- que requieren ser conservados, pero que a veces tardan en llegar al archivo.

No crean, a veces me da pena sacar mi chequera en público, pues más parece un Libro Mayor de contabilidad que una simple chequera. Supuestamente, me he propuesto archivar todo el papelerío una vez por semana, pero eso en la vida real es purísima mentira. Mis semanas transcurren como una exhalación y cuando finalmente llega el día del Señor, que generalmente es el único que tengo libre, no lo quiero gastar archivando.

Lo bueno de este método de acumulación de libritos de chequera es que tengo a mano los pagos que hice casi desde principios de año, así es que en cualquier emergencia la información está muy a la mano.

Otro problema que enfrento cada vez más es entender mi propia caligrafía. De joven tenía la letra fea, ahora la tengo horrorosa y como siempre ando a millón un día se me ocurrió que podía usar abreviaturas ...je, je, je... allí fue donde la puerca torció el rabo, porque tres días después se me olvida su significado. Ya decidí jubilar esa metodología, pues el tiempo que ahorro anotando lo tengo que gastar descifrando, así es que no existe tal ahorro.

Pero bueno, por más poco ortodoxo que les suene mi sistema, siempre es más eficiente que andar anotando pensamientos en servilletas como hacen los cantantes, pues con lo alérgica y mocosa que soy, seguramente mis ideas terminarían muy, pero muy mojadas.


 
 
 
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