Publicado el viernes 29 de septiembre de 2006 - Edici�n No. 864 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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LA VIDA EN FUCSIA
Por culpa de Heidi Klum y Demi Moore
Ileana Pérez Burgos

Desde antes de llegar a su octavo mes de embarazo, mi amiga Andrea ya está pensando en cómo va a perder las casi 40 libras de peso que ha ganado (a eso hay que restarle el bebé) en máximo unos tres meses luego de la cesárea.

Es que hoy aquello que decían nuestras mamás de ‘después de mi primer hijo me engordé y no pude rebajar más’ o ‘es que las pastillas anticonceptivas me engordan’ no son excusas aceptables.

Ahora hay que estar delgadas y divinas, pase lo que pase en nuestras vidas, y aunque los médicos digan que puedes demorar hasta un año en volver a tu peso normal después de dar a luz, las amigas esperan -y muchos esposos también- que lo logres en dos meses. Todo por culpa de Heidi Klum que pare y queda como si nada hubiera pasado por ella.

No todas tenemos el mismo metabolismo, pero a todas se nos mide con la misma vara. Eso tiene su parte buena, a más exigencia, mayor esfuerzo por estar en forma y regias, y quién no quiere eso, pero a veces es frustrante.

Yo misma me he pillado pensando ‘cómo esa pobre mujer permitió que su cuerpo llegara a tanto’ cuando veo a algunas gorditas pasar. Y digo, yo todavía ni soy cura para andar hablando de los sacristanes. Porque el día que escuché en la película El diablo viste a la moda, que la talla 6 es el nuevo 14, no pude cerrar la boca. Entonces, ¿yo qué talla soy? ¿MD de Moby Dick?

Me contaba una prima que cuando trabajaba en un banco, estuvieron a punto de despedir a una compañera suya (madre sin tiempo para sí misma) porque su apariencia se estaba desmejorando, y ‘no era fea’. Pelé los ojos. Es que ahora hasta para sobresalir en lo profesional hay que estar como Tyra Banks.

Andrea repite mucho el dicho de los gringos ‘When in Rome, do as the Romans do’ (o sea, el nuestro de ‘al país que fueres, haz lo que vieres’). Y lo creo, porque uno en la vida no puede andar como inadaptado social. Así que si la sociedad pide delgadez, ni modo hay que hacer el mejor intento, no queda de otra; pero lo que vivimos es exagerado.

¡Pam! veo en los cables una foto de Demi Moore. Por favor, pásenme un puñal, hay que matarla, cómo se va a ver así -de extraordinariamente bien- a sus cuarentitantos. Eso añade presión a la vida de las mortales. Ya ninguna mujer de 40 puede verse como Mrs. Robinson en El Graduado. Ahora por culpa de Demi nos medirán con una vara más alta. O sea, que no podemos engordar y tampoco podemos envejecer. ¿Es humanamente posible?

Leo las noticias desde Madrid, en Cibeles (esa es una pasarela muy importante de España) que este año no se permiten modelos excesivamente delgadas. ¡Gracias a Dios! Por fin algo de cordura. Diosito mío, me escuchaste. ¿Será que por fin el patrón de belleza comienza lentamente a cambiar? ¿Dejarán de exigirnos a las normales ser más flacas y a las más bellas pretender que viven la hambruna de Somalia?

La verdad me frustra a ratos este mundo donde las mujeres son alentadas a verse tan famélicas como Mischa Barton, digo, eso ni siquiera es genéticamente posible para muchísimas panameñas. ¿Por qué pensar que una mujer bella se parece a una rama seca? Recordemos mejor a dos de las mujeres más hermosas, famosas y adoradas del arte: la Venus de Milo tiene unas coquetas llantitas y tremenda figura, y qué del busto rebosante y los brazos rellenitos de la Monalisa. Yo preferiría que fueran ellas nuestros símbolos de belleza.


 
 
 
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