Publicado el viernes 20 de octubre de 2006 - Edici�n No. 868 | Inicio | | Foros | Favoritos | Buzón | ? |
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Días de Moda 2006 demostró que en materia de moda, se ha logrado madurez tanto en diseño como en organización.

Ileana Pérez Burgos

En Panamá no se necesita de mucho -a veces de nada- para provocar un tranque, y con la lluvia que amenazaba con convertirse en aguacero, la llegada a la entrada del Centro Vasco Núñez de Balboa era complicada, fuera en carro, a pie o en taxi. Esa fue la razón principal de la media hora de atraso en la programación de los desfiles, pues cuando ya todo estaba listo para arrancar, el público no había llegado. Aún así, dentro de la cultura panameña y dentro de la historia de Días de Moda, tener apenas 30 minutos de retraso es todo un avance, significa que tras bastidores hubo una mejor coordinación.

Días de Moda este año dejó claro que ya no estamos verdes en moda. Este es el sexto año en que Physical se aventura a hacer un evento de moda internacional y se puede decir que la experiencia -y la madurez para reconocer los errores-, han enmendado faltas. Se ha logrado organizar a los diseñadores nacionales, intensificar la expectativa en los seguidores de moda -y aumentar el número de seguidores-, y atraer la mirada del exterior.

Alegría. El evento comenzó con buen pie pues no hay nada como los niños para crear ambiente. La primera pasarela de la marca Barbie llenó de alegría el lugar. Algunas pequeñitas se sentaron luego en la primera fila y estuvieron vitoreando a las modelos mayores en los siguientes desfiles. Bien dice Helene Breebaart que los niños siempre le dan alegría a cualquier desfile, y por eso sus nietas son un must en los suyos.

Al parecer, las modelos este año se tomaron más a pecho su trabajo. Se notaba que muchas, además de enflaquecer a punta de dietas, se dieron su vuelta por el gym pues lucían más tonificadas que otros años. También hubo más soltura en el caminado, no obstante, expresaban inseguridad en sus rostros. Modelar no significa ‘caminar con cara de amargada’; la mayoría de las modelos lucía un rostro tan riguroso que daba la impresión de que quería salir huyendo. Deben gozarse más el momento, como hacen las top. Y los diseñadores deben hacerles la tarea más fácil al escoger calzado, pues muchas trastabillaron y hasta perdieron el zapato en pasarela porque estos les quedaban demasiado grandes.

Sería saludable también que en el casting para este evento participaran más chicas de otras agencias, para hacer la pasarela más nutrida en cantidad de modelos y en variedad de tipos de belleza -más morenas y trigueñas-.

Fondo musical. Los diseñadores le prestaron mayor atención a la música, conscientes de que de ello depende lo que ‘sienta’ el público durante el desfile. Las pasarelas fueron deliciosos conciertos de diferentes géneros. Desde el bunde y bullerenge en el de Breebaart, hasta la voz flamenca de Diego El Cigala en la colección de Edda González, y la ópera pop de Emma Chaplin en el desfile de Ani Álvarez Calderón.

Algunas melodías electrónicas daban ese aire de estar levitando, mientras en otras, los ritmos repetitivos hacían la escena aburrida.

Por otro lado, a ratos el sonido de la discoteca en el lounge al fondo del lugar opacaba la música de la pasarela, un detalle para evitar.

Tira y jala. Tras bastidores casi se arma un conflicto por la presencia de dos cocodrilos jóvenes que con sus bocas amarradas esperaban su turno para salir en la pasarela abriendo el desfile de Gladys Vallarino el miércoles.

Algunas modelos estuvieron a punto de resistirse a salir porque consideraban aquello maltrato animal (los animalitos atados como parte de un show) y peligroso. En la era de Steve Irwin, esto podría tildarse de inapropiado, además de que no es de buen gusto mostrarnos al animal vivo para justo después ver las carteras que se hicieron con su cuero post mórtem.

En el público nada de esto se percibió hasta que al final del desfile uno de los cocodrilos decidió moverse (lo que es lógico frente a flashes, gente y estar suspendido en el aire). El modelo puso cara de pocos amigos por el encargo que se le había encomendado, mientras la diseñadora acarició al cocodrilo como para decir ‘no pasa nada’.

Otros fuegos pequeños, que se fueron apagando en el camino, backstage, fueron las peticiones de peinado y maquillaje de los diseñadores. Por uno u otro motivo, algunos modistos no informaron de antemano que deseaban a los maquillistas o peluqueros y a última hora solicitaban cambios o estilos que eran difíciles de lograr con los colores a mano y en poco tiempo, lo cual los enojaba.

Otro tanto ocurrió cuando una diseñadora se resistió a iniciar su desfile, aunque todo estuviera listo, porque no habían llegado dos personalidades invitadas. Por mucho que se le explicó que estaba atrasando toda la programación, no quiso salir a la hora prevista.

Gajes del oficio en un desfile colectivo donde, por supuesto, todos quieren lucir como soñaron, pero deben tener claro que la prioridad es el bienestar del grupo.

Lo más llamativo. Es relativo lo de ‘llamativo’, pues definitivamente llama la atención el show, como el traje con alas de Juan David Vélez o las lámparas rojas de Jurandir de Oliveira. Pero en moda, lo sobresaliente es aquella colección que, fuera de lograr una rica ambientación, muestre coherencia (un hilo conductor entre las piezas), originalidad (haya propuesta) y calidad (en telas y confección).

En los diseñadores nacionales se notó una evolución tanto en diseño como en confección, y más coherencia en el montaje, pero tal vez falta un poco más de propuesta, de inventarse algo propio.

Cuesta mucho dinero montar una colección, y por ello, muchos modistos se ven forzados a hacer desfilar trajes de sus clientas, a usar telas baratas o a coser piezas al apuro para llegar a la cifra meta. Esto no pasa desapercibido en la pasarela, pues de pronto en una colección que pinta regia hay una que otra pieza que desentona o que parece repetida.

Pero si por algo hay que felicitar a los panameños es por su juego con las telas, creando texturas propias. Desde aquellas logradas con los encajes de Gabby y Norma Valenzuela, hasta los sombreados en organza en las de Breebaart, los talco en sombra en Quintero, las flores de encaje cortadas y mezcladas con plumas en Vélez y el volumen repolludo de Moisés Sandoya.

En cuanto a telas, no se pueden pasar por alto los estampados inspirados en los emberá de Horacio Prado y los batiks de Andrea Vernaza; el brillo de los trajes sastre de Federico Visuetti, las telas de lentejuelas de Karen Dayan y los satenes de Claudia Szerer. En piezas, bien logradas fueron las faldas de Edda González y los shorts de Greta Bayo.

Entre lo más sobresaliente estuvo la colección de Sara Bassan, armoniosa en su mezcla de texturas y en sus textiles que eran verdaderas pinturas.

Hay que notar que los ‘enfants terribles’ de la moda panameña -Sandoya, Prado, Visuetti y Oliveira- no estuvieron tan salvajes en esta ocasión. Se les agradece haber estado mucho más aterrizados, pero tampoco hay que estarlo tanto, pues entre una colección y otra había similitudes.

Los highlights de cada día estuvieron al final. No obstante, pocos llegaban a ver la cerecita sobre el pastel. Entre esas estuvo la peruana Ani Álvarez Calderón el miércoles con trajes que eran construcciones impecables de aire inca. El jueves se presentó María Adelaida Penagos de Colombia con un estridente colorido autóctono, y el viernes cerró la fiesta de moda la ropa de Hernán Zajar, con accesorios artesanales y ricos estampados.

Feria y patrocinadores. El área de feria, aunque no ha crecido en tamaño, sí ha variado en su oferta. Varias empresas han comprendido que los consumidores de moda bien pueden ser buenos consumidores de sus productos. Había desde stands de estéticas y productos de manicura donde se hacían tratamientos de belleza, hasta elaborados sitios de bancos y marcas de cereales.

Los patrocinadores también han perfeccionado su manera de vender desde la pasarela, como el concurso de trajes inspirados en frutas de supermecados Rey.

A futuro. Hay madurez, del público, de los diseñadores, de los organizadores. Cada vez hay más gente, incluso nada vinculada a la moda, interesada en ver los desfiles, aunque sea como una forma de entretenimiento.

Los asientos fueron mejorados. Había más espacio entre las sillas, gradas más firmes y guardias que impedían entrar a sentarse cuando el desfile estaba en pasarela. Todavía se debe mejorar pues no todo el que quería ver la pasarela podía encontrar asiento.

Hubo mucho menos demora entre un desfile y otro, lo que es un alivio, pues en años anteriores, ante nada que ver, muchos del público decidían irse, con justa razón. Este año más personas se quedaron hasta el final.

Hay detalles que afinar en el horario. En esta vuelta, el evento tuvo menos retraso, pero algunos diseñadores internacionales se quejaron pues terminaron saliendo muy tarde, cuando no había público; mientras que los que iniciaban la jornada se quejaban también de la falta de público porque nadie había llegado.

Sucede que la gente ve unos cuantos desfiles y se marcha, pues es cansón ver seis horas de pasarela. El acompañante de una diseñadora internacional sugirió agregar un día al evento y reducir la cantidad de pasarelas diarias. Otros sugieren cambiar de lugar para poder hacer pasarelas simultáneas y así resolver también el problema de estacionamiento.

En cuanto a mover números en lo económico, este año también se dieron pasos firmes, pues terminado el evento, varias diseñadoras internacionales tuvieron cita con tiendas panameñas interesadas en vender sus diseños. Este viso comercial le da más validez al evento a nivel latinoamericano.


 
 
 
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