��Muffin� o manzana?
Ileana P�rez Burgos
Ten�a mucha hambre. Frente a m� hab�a una vitrina llena de gorditos muffins de banana y nuez, mis favoritos; y a mi derecha hab�a una canasta de manzanas gigantes. �Tin Mar�n de dos ping��. Escog� la manzana, como buena hija de Eva.
Es que estoy de vuelta al mundo de las dietas. Uno al que jur� que no volver�a. Esta vez, m�s que por est�tica, sucumb� por salud tras mi �ltimo ataque de dolor de espalda. El d�a anterior a mi dilema del muffin, hab�a visitado a la nutricionista. Me dio la noticia de que hab�a perdido casi seis libras. Algo es algo, pero yo no estaba del todo orgullosa de m� misma porque flaquee mucho en el ejercicio.
Los primeros d�as de dieta hab�an sido de mal humor, demor� un rato en aceptar con serenidad las prohibiciones. A los tres d�as, ya pod�a ver a mis amigas tomarse un frapuccino sin sentir envidia, mientras yo sorb�a una taza de t� sin az�car.
Pero confieso que he pecado. La propia tarde de la cita de control me hab�a tomado un batido de vainilla, dizque porque me lo merec�a en medio de tanto estr�s. M�s fue mi estr�s cuando lo nutricionista me explic� que aquello equival�a casi a mi comida de todo el d�a.
As� que cuando mord� la manzana, estaba de lo m�s orgullosa de mi voluntad renovada. Entonces, abro una revista y me encuentro con que la flaqu�sima Ren�e Zellweger anda haciendo dieta de engorde para llenar el papel de Brigitte Jones (la segunda parte). Y mientras yo desayuno � taza de cereal integral, ella se come cuatro rebanadas de pan con queso crema y mantequilla, yogur con miel y frutas, y un omelete con bacon. �Su meta? Llegar de su talla 4 a una 14, y ya lleva ganadas m�s de 20 libras. �Qu� suertuda�, pens�, imaginando su desayuno, pero despu�s entr� en shock cuando imagine las tallas que ten�a que aumentar. ��Est� loca!�, atentado contra la belleza y la salud. Por mucho que asuste, la verdad es que esa historia de engorde es cotidiana entre nosotras las mujeres. Cu�ntas de nosotras, consciente o inconscientemente, hemos navegado por ese mundo de las tallas que suben y bajan, y encima lo hacemos de gratis porque por lo menos a Ren�e le pagar�n 112 mil d�lares por cada libra ganada. Digo, eso es bastante excusa para engordarse. �Y nuestras excusas? Dizque el estr�s, dizque la pereza, dizque la depresi�n, dizque no tener tiempo, dizque la contextura... Para esta autoflagelaci�n siempre encontramos pretextos.
Unas p�ginas m�s adelante me encuentro con la despampanante Catherine Zeta-Jones, que seis meses despu�s de dar a luz est� como si nunca hubiera tenido un hijo, y todos sabemos lo grande que estaba cuando recibi� su Oscar. �C�mo lo hizo? Dice que con una dieta balanceada, al estilo de la m�a, y ejercicios cinco veces a la semana, lo que no logro hacer. Mmmm... �Yo creo que recibi� ayuda del cirujano�, me dije para consolarme un poco, porque supuestamente ella y yo estamos haciendo lo mismo.
Me sent� cercana a las famosas en esto de las dietas, pero todav�a no logro conseguir el cuerpazo de Catherine. �Cu�l ser� la clave? Porque ya no se puede decir ni siquiera que haya alg�n secreto.
Al d�a siguiente, las palabras de Bijindra, mi traductor en India, me cayeron como respuesta del cielo.
��Sabes cu�ndo sufrimos? Cuando estamos indecisos. En el mundo solo existen dos cosas: s� y no. Sufriremos el tiempo que demoremos en decidir s� o no�.
�Muffin o manzana? �Dormir una hora m�s o pararse a caminar? Esa era la causa de mi mal humor y de mi poca disciplina. Postergaba las decisiones y sufr�a el proceso el doble. Comprend� que mis libras eran evidencia de mi falta de responsabilidad y mi miedo a tomar una decisi�n de una vez por todas y salir de mi zona de confort. Y esto aplicaba tambi�n a otras facetas de mi vida. As� que a decidir de una buena vez...
�Ileana, es s� o es no�, es lo que me repet� anoche frente a un merengue con caramelo.
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